Pero si tenemos un espíritu incorrecto en cuanto al fracaso, decidiremos culpabilizar e inventar excusas y, nuestros errores se convertirán en la culpa ‘del otro’. Y aún así, aunque un fracaso sea culpa de otro, deberíamos tomar responsabilizad por ello, ya que muchas veces, ese fracaso es porque nosotros hemos tomado ciertas decisiones que han colocado a esa persona en una posición donde podía hacer que nosotros fracasáramos.
»El que corrige al burlón se gana que lo insulten; el que reprende al malvado se gana su desprecio. No reprendas al insolente, no sea que acabe por odiarte; reprende al sabio, y te amará. Instruye al sabio, y se hará más sabio; enseña al justo, y aumentará su saber. »El comienzo de la sabiduría es el temor del Señor ; conocer al Santo es tener discernimiento. Por mí aumentarán tus días; muchos años de vida te serán añadidos. Si eres sabio, tu premio será tu sabiduría; si eres insolente, sólo tú lo sufrirás.»
Pr 9:7-12 NVI