Hoy quiero hablar contigo, Señor.
Si me miro al espejo, sólo veo una mujer. Con virtudes, con defectos, nada especial.
Si me miro en Tu Palabra, veo a una hija de Dios, bendecida, favorecida por el Dador de la vida, elegida desde antes de la fundación del mundo. Una mujer del linaje del Príncipe de Paz, con riquezas en los cielos y la gracia por herencia.
Permíteme, Señor, vivir cada instante con un corazón agradecido, con una mano extendida al necesitado, con una oración y súplica por los que aún no te conocen.
Te amo, Jesús, eres mi razón de vivir. Sé que me amaste primero.
Que mi vida sea un reflejo de lo bueno que eres Tú.
P.O.
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