Hoy quiero hablar contigo, Señor.
Si me miro al espejo, sólo veo una mujer. Con virtudes, con defectos, nada especial.
Si me miro en Tu Palabra, veo a una hija de Dios, bendecida, favorecida por el Dador de la vida, elegida desde antes de la fundación del mundo. Una mujer del linaje del Príncipe de Paz, con riquezas en los cielos y la gracia por herencia.