"Porque Yo detesto el divorcio," dice el Señor, Dios de Israel, "y al que cubre de iniquidad su vestidura," dice el Señor de los ejércitos. "Presten atención, pues, a su espíritu y no sean desleales." Mal 2:16. Aún queriendo agradar a Dios y conociendo Su posición en cuanto al divorcio, muchas mujeres cristianas enfrentan la desesperación de haberlo probado todo, y aceptar que nada más se puede hacer.
Lo último que deseo hacer es entristecer a Dios
"El mayor problema que encaré a nuestro matrimonio fue el temperamento de mi esposo. Los únicos que fuimos objeto de su enojo fuimos mis hijos y yo. Él usaba palabras que eran como armas que me dejaban lisiada y paralizada. No estoy diciendo que yo no tenía culpa, al contrario, estaba segura de que tenía tanta culpa como él, pero no sabía qué hacer. Le rogaba a Dios con frecuencia para que hiciera a mi esposo más sensible, menos colérico, más agradable, menos irritable, pero vi pocos cambios. ¡Dios no me estaba escuchando? O ¿favorecía al esposo en lugar de la esposa, como yo sospechaba?
Después de algunos años, con poco cambio, un día clamé desesperada al Señor y le dije “Dios no puedo vivir más así. Yo sé lo que tú has dicho sobre el divorcio, pero no puedo vivir en la misma casa con él. Ayúdame Señor” Me senté en la cama sosteniendo mi Biblia durante horas, mientras luchaba con el deseo de tomar a mis hijos y marcharme. Yo creo que debido a que recurrí a Dios con toda honestidad y le hablé sobre cómo me sentía, Él me permitió poder ver en forma exacta y clara cómo sería mi vida si me marchaba: Dónde viviría, cómo me mantendría y cuidaría de los niños, quiénes serían mis amistades y lo peor de todo, cómo la herencia del divorcio afectaría a mi hijo y a mi hija. Fue una imagen tan horrible y triste que no hay palabras para expresarlo. Yo sentía que iba a encontrar algún alivio pero al precio de todo lo que era importante y querido para mi. Supe que no era el plan de Dios para nosotros.
Mientras me encontraba sentada ahí, Dios también puso en mi corazón que si yo rendía voluntariamente mi vida ante su trono, sacaba de mi corazón el deseo de irme, y le entregaba mis necesidades, Él me enseñaría cómo entregar mi vida en oración por Michael, cómo interceder de verdad por él como hijo de Dios, y en el proceso Él revitalizaría mi matrimonio y derramaría sus bendiciones sobre ambos. Estaríamos mejor juntos, si podíamos pasar esto, que lo que hubiéramos podido estar en cualquier momento separados y solos. Él me mostró que Michael estaba atrapado en una red de su pasado que le dejaba incapacitado para ser diferente de lo que era en ese momento, pero Dios me usaría como un instrumento de su liberación si yo se lo permitía. Dolía decir que sí a esto y lloré mucho pero cuando lo hice, me sentí con esperanza por primera vez en años.
Comencé a orar cada día por Michael, como nunca había orado antes. Vi cuán profundamente herida estaba y lo rencorosa que era con él. Yo no deseo orar por él ni pedirle a Dios que le bendiga. Sólo deseo que Dios golpee su corazón con un rayo y le de convicción de lo cruel que él ha sido, pensé. Tuve que decir una y otra vez “Dios confieso mi falta de perdón hacia mi esposo. Líbrame de todo esto”.
Poco a poco, comencé a ver que ocurrían cambios en ambos. Cuando Michael se enojaba, en lugar de reaccionar de forma negativa, oraba por él. Le pedía a Dios que me revelara qué estaba causando su enojo. Él lo hizo. Le pregunté qué podía hacer para mejorar las cosas. Él me mostró. El enojo de mi esposo se tornó menos frecuente y se calmaba más rápido. La oración de cada día edificó algo pasito a paso. Todavía no hemos llegado a la perfección, pero hemos caminado un gran tramo. No ha sido fácil, sin embargo, estoy convencida de que vale el esfuerzo de caminar a la manera de Dios. Es la única forma de salvar un matrimonio."
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Testimonio de S. Omartian