Ante ambos grupos Jesús aparecía como un pensador y predicador revolucionario, y algunos lo consideraron también como un activista revolucionario. Era una amenaza tan profunda para el sistema establecido que decidieron deshacerse de él. Judíos y romanos llegaron a formar una alianza sacrílega para llevar a cabo sus planes. En el tribunal judío se lo acusó de blasfemia. Ante el tribunal romano se lo acusó de sedicioso. En un caso el cargo era teológico, en el otro la denuncia fue política. Pero ya fuera que su ofensa se considerara
dirigida contra Dios o contra el César, el resultado fue el mismo. Los líderes percibieron a Jesús como una amenaza contra la ley y el orden, y no podían tolerarlo. De manera que lo liquidaron.
Todo lo que se nos dice es que 'lo crucificaron': es decir, los soldados llevaron a cabo su horrible tarea. No hay indicios de que lo hayan disfrutado, ni sugerencia alguna de que hayan sido personas crueles o sádicas. Simplemente obedecían órdenes. Era su ocupación. Hicieron lo que tenían que hacer. Jesús se limitó a orar por ellos en alta voz, diciendo "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen" (Lucas 23.34).
¿Por qué murió?
Primero, Cristo murió por nosotros. Además de ser necesaria y voluntaria, su muerte fue un acto altruista en beneficio nuestro. Jesús la encaró por nuestro bien, no por su propio bien. Creía que por medio de ella aseguraría para nosotros un bien que no se podía obtener de otro modo.
En segundo lugar, Cristo murió por nosotros para llevarnos a Dios (1 Pedro 3.18). El propósito beneficioso de su muerte se centra en nuestra reconciliación con Dios.
Tercero, Cristo murió por nuestros pecados. Estos constituían el obstáculo que nos impedía recibir el regalo que Dios quería darnos. Era preciso eliminarlos antes. Cristo se ocupó de nuestros pecados, los anuló mediante su muerte.
Cuarto: Cuando murió por nuestros pecados, Cristo murió nuestra muerte. Su muerte y nuestra muerte están vinculadas. Pero el vínculo no es simplemente un vínculo de consecuencia (Cristo fue víctima de nuestra brutalidad humana). Es un vínculo de castigo: él soportó en su persona inocente el castigo que merecían nuestros pecados. Las Escrituras declaran que la muerte está relacionada con el pecado. Es la justa recompensa de este: "La paga del pecado es muerte" (Romanos 6.23).
Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos.
Juan 15:13
Gracias doy a Dios, que proveyò a Su Hijo para que muriera en mi lugar, Gracias doy a Dios porque por Su sacrificio y resurrección, ahora tengo vida en Él.Adaptado de La cruz de Cristo, John Stott