Recuerdo ver a mi mamá de rodillas junto a la cama orando en voz alta por cada uno de sus hijos y sus nietos. Ese recuerdo está por siempre grabado en mi memoria y nunca olvidaré la fuerte presencia de Dios que sentía a través de su intercesión. Me quedé con un sentimiento de temor reverente y de confianza de que no importa lo que nos sucediera, Dios honraría sus oraciones por nosotros.
Mi mamá está en la gloria ahora y es un consuelo saber que el Señor continúa honrando esas oraciones. Me anima a seguir orando por mis hijos y nietos no importa lo incierto que sean sus futuros o lo que estén enfrentando ahora mismo.
Estoy segura que hay momentos amargos para cada una de nosotras los que nuestros padres han ido a morar con el Señor. Los recordamos. Los extrañamos. Ahora nos damos cuenta de lo sabio que eran. Nuestra esperanza en el Señor es que los veremos de nuevo y disfrutaremos juntos de su presencia.
A excepción de Eva, la madre de todos los vivos, todos hemos sido bendecidos con nuestras madres. Nuestras madres nos ayudaron a ser quien somos hoy en día, para bien o para mal. Aprendimos de su ejemplo y sus errores. Cuando tuvimos hijos nos dimos cuenta del reto que enfrentaron para criarnos.
Algunas de nosotras tuvimos el privilegio de contar con la ayuda de nuestras madres para criar a nuestros hijos. Ellas traen la sabiduría de la experiencia y ofrecen su tiempo, amor y energía a la tarea. ¡Qué bendición es tener una abuela amorosa que derrama su amor incondicional sobre nuestros hijos!
Aun con todo eso, el Espíritu Santo es nuestro mejor asesor, maestro y consejero. Él sabe lo que es mejor para cada niño y nos puede dar las ideas para saber lo que cada uno necesita y cómo orar su voluntad con relación a cada uno. Dios escucha las oraciones de las madres.
Estoy agradecida por su instrucción y
Mi mamá está en la gloria ahora y es un consuelo saber que el Señor continúa honrando esas oraciones. Me anima a seguir orando por mis hijos y nietos no importa lo incierto que sean sus futuros o lo que estén enfrentando ahora mismo.
Estoy segura que hay momentos amargos para cada una de nosotras los que nuestros padres han ido a morar con el Señor. Los recordamos. Los extrañamos. Ahora nos damos cuenta de lo sabio que eran. Nuestra esperanza en el Señor es que los veremos de nuevo y disfrutaremos juntos de su presencia.
A excepción de Eva, la madre de todos los vivos, todos hemos sido bendecidos con nuestras madres. Nuestras madres nos ayudaron a ser quien somos hoy en día, para bien o para mal. Aprendimos de su ejemplo y sus errores. Cuando tuvimos hijos nos dimos cuenta del reto que enfrentaron para criarnos.
Algunas de nosotras tuvimos el privilegio de contar con la ayuda de nuestras madres para criar a nuestros hijos. Ellas traen la sabiduría de la experiencia y ofrecen su tiempo, amor y energía a la tarea. ¡Qué bendición es tener una abuela amorosa que derrama su amor incondicional sobre nuestros hijos!
Aun con todo eso, el Espíritu Santo es nuestro mejor asesor, maestro y consejero. Él sabe lo que es mejor para cada niño y nos puede dar las ideas para saber lo que cada uno necesita y cómo orar su voluntad con relación a cada uno. Dios escucha las oraciones de las madres.
Estoy agradecida por su instrucción y