Jesús habló de libertad, pero de una libertad diferente: de esa libertad que viene no por medio del poder, sino por medio de la sumisión. No mediante el dominio, sino mediante la rendición. No a través de posesiones, sino mediante manos abiertas.
Dios quiere emancipar a su pueblo; anhela liberarlos. Desea que su pueblo no sea esclavo suyo, sino hijos. Quiere que estén gobernados, no por la ley, sino por el amor.
Hemos sido liberados de nuestra propia culpa y nuestro propio legalismo. Tenemos la libertad de orar y la libertad de amar al Dios de nuestro corazón. Y hemos sido perdonados por el único que podría condenarnos. ¡Verdaderamente somos libres!
Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud.
Gálatas 5:1