Amiga, puedes pensar: “Pero sí le he pedido cosas a Dios; pero Él no me las dio”. Si le has pedido algo a Dios y Él no te lo dio, la razón no es que lo estés resistiendo. Puede ser que no sea su voluntad que la tengas o que aún no sea el tiempo. Puede ser que tenga algo mejor para darle, pero que todavía no estés lo suficientemente madura para tenerlo. Sea cual fuere la razón, nunca es porque Él no quiera que seas bendecida.
Eres una hija de Dios, y Él te ama. Él es un buen Dios, que sólo da cosas buenas, y quiere hacer por ti mucho más de lo que te sería posible imaginar (vea Efesios 3:20). Pero te ama demasiado para darte cualquier cosa que te pueda dañar. Te ama demasiado para darte cosas que, en última instancia, te harán más carnal o que incluso puedan arrastrarte a pecar porque todavía no estás lista para manejarlas.
¿Puede un padre amante dar a sus hijos las llaves del automóvil antes de que tengan edad suficiente para manejarlo? Por cierto que no, porque el padre sabe que pueden sufrir un accidente a causa de su inexperiencia. Dios actúa de la misma forma con sus hijos. Porque nos ama, no nos da aquello que todavía no tenemos madurez espiritual para manejar.
Muchas personas usan la manipulación y los caminos mundanos para obtener cosas que creen que no aceptan no tener, y esas mismas cosas terminan por arruinarlos.
He descubierto que el secreto de estar contento es pedir a Dios lo que quiero y descansar en el conocimiento de que, si corresponde, Él me lo dará a su debido tiempo. Si no corresponde, Dios hará algo mucho mejor de cuanto yo pueda pedirle.
—Tomado de La Biblia de la vida diaria, de Joyce Meyer