Hubo una vez un hombre que retó a Dios a que hablara.
- "Quema la zarza como hiciste para Moisés, y te seguiré. Derriba los muros como hiciste para Josué, y pelearé. Calma las olas, como lo hiciste en Galilea, y te escucharé."
Y el hombre se sentó junto a la zarza, cerca de un muro, a la orilla del mar, y esperó a que Dios le hablara.
Y Dios escuchó al hombre y contestó. Envió fuego, no a una zarza, sino a una iglesia. Derribó un muro, no de ladrillo, sino de pecado. Calmó una tormenta, no del mar, sino del alma.
Y Dios esperó a que el hombre respondiera. Y esperó… y esperó.
Pero como el hombre miraba zarzas, no corazones; ladrillos y no vidas; mares y no almas, llegó a la conclusión de que Dios no había hecho nada.
Finalmente miró a Dios y le preguntó: "¿Has perdido tu poder?"
Y Dios lo miró y le dijo: "¿Te has quedado sordo?"