Las ovejas no son inteligentes. Tienden a vagar por los riachuelos en busca de agua, pero su lana crece y las hace pesadas y se ahogan. Necesitan de un pastor que las guíe hacia “aguas de reposo” (Salmo 23:2).
Tampoco tienen defensas naturales: ni garras, ni cuernos ni colmillos. Están indefensas. Las ovejas necesitan un pastor con “su vara y su cayado” (Salmo 23:4) que las proteja.
No tienen sentido de dirección. Necesitan a alguien que las guíe “por sendas de justicia” (Salmo 23:3).
Lo mismo que nosotros. También tendemos a dejarnos arrastrar por aguas que debimos haber evitado. ¿Acaso tú mismo no has cruzado el desierto en algún momento de tu vida y te has sentido abatido, agobiado, triste y solo? ¿Sientes que en cuanto más te acercas a Dios, el enemigo más te acecha y busca robarte, matarte, destruirte?. No tenemos defensas contra el león rugiente que ronda buscando a quien devorar. Nosotros, también, nos extraviamos.
Tengo buenas noticias, Dios ha venido a darte esa vida en abundancia. La Biblia dice, en Isaías, que Dios nos ama y proteje a sus hijos. Escucha lo que dice: "Como un pastor que cuida su rebaño, recoge los corderos en sus brazos; los lleva junto a su pecho, y guía con cuidado a las recién paridas" (isaías 40:11-NVI).
Necesitamos un pastor. Necesitamos un pastor que cuide de nosotros y nos guíe. Y tenemos uno. Uno que nos conoce por nombre. Y tenemos uno. No somos desconocidos para Él. Somos amados, protegidos y salvados. ¡Bendito el buen pastor!
El Señor es nuestro pastor, Él provee todo lo que necesitamos. Cuando nos alejamos, nos busca y nos trae de vuelta. Cuando estamos en peligro, nos proteje de que nos hagan daño. Cuando nos caemos, nos levanta.
Jehová es mi pastor, nada me faltará.
Salmo 23:1
Tomado del libro gracia para todo momento - Max Lucado