Es muy importante para nuestro beneficio espiritual que tengamos una concepción correcta de Dios en nuestra mente. Si nuestro pensamiento acerca de Él es frío y calculador, va a ser imposible amarlo y nuestras vidas serán regidas por un servilismo temeroso. Pero si lo concebimos amable y comprensivo, todo nuestro ser interior reflejará esa idea.
La verdad es que Dios es el Ser que más gozo proporciona y el servirle produce placer inexplicable. Él es todo amor, y los que confían en Él no necesitan más que conocer ese amor. Él ciertamente es justo, y no tolerará el pecado. A través de la sangre del pacto eterno es capaz de acercarse a nosotros como si nunca hubiésemos pecado. Su misericordia siempre triunfará sobre la justicia en los confiados hijos de los hombres. La comunión de Dios es placentera más allá de lo que las palabras pueden expresar. Él fraterniza con sus redimidos con una comunión libre y desinhibida que trae reposo y sanidad al alma. No es susceptible, egoísta o temperamental. Tal como es hoy, lo será mañana y el próximo día y el próximo año. Es rápido en omitir imperfecciones cuando sabe que nuestra intención fue hacer su voluntad. Nos ama por lo que somos y aprecia nuestro amor más que las galaxias de nuevos mundos creados.
¡Cuán bueno sería si pudiésemos entender que vivir con Dios es fácil! Dios recuerda nuestra condición y sabe que somos polvo. A veces nos reprende, es verdad, pero aún lo hace con una sonrisa, la orgullosa y tierna sonrisa de un Padre, que estalla de placer al ver a su hijo imperfecto pero prometedor, ese cada día se hace más parecido a Aquel de quien es hijo.