- el vivir es Cristo - |
Cada verdadero cristiano ha sido saturado con vida eterna. Ha sido plantada como una semilla en nuestros cuerpos mortales y está constantemente madurando. Está en nosotros un proceso de desarrollo que está siempre creciendo, siempre expandiéndose – y debe eventualmente salir del caparazón para llegar a ser una nueva forma de vida. Esta gloriosa vida de Dios en nosotros ejerce presión en la caparazón, y en el momento mismo de que la vida de resurrección está madura, la caparazón se rompe. Los límites artificiales se rompen y, como un pollito recién nacido, el alma se libera de su prisión. ¡Alabado sea el Señor!
La muerte es simplemente la rotura del caparazón frágil. En el momento preciso que nuestro Señor decide que nuestro caparazón ha cumplido su función, entonces los hijos de Dios abandonan sus cuerpos viejos y corrompidos de vuelta al polvo de donde vinieron. ¿Quién pensaría en recoger los pedazos fragmentados del caparazón del huevo y forzar al polluelo recién nacido de vuelta a su estado original? ¿Y quién pensaría en pedirle a un ser amado que se ha muerto, que deje su nuevo y glorificado cuerpo – hecho en la misma imagen de Cristo – y retornar a la caparazón deteriorada de la cual se ha liberado?
Pablo lo dijo: “Morir es ganancia” (Filipenses 1:21). Ese hablar es absolutamente extraño a nuestros vocabularios espirituales modernos. Nos hemos convertido en tales adoradores de la vida, que tenemos muy poco deseo de morir para estar con el Señor.