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Podemos aprender del rey David, después de su humillación por el escándalo con Betsabé. Aunque no podían evitarse las terribles consecuencias de su pecado, halló una forma de restaurar su comunión con Dios, que le permitió seguir sirviéndolo. Nosotros también podemos hacerlo.
El modelo de David en 2 Samuel 12 nos ayuda: Debemos confesar nuestro pecado con sinceridad y buscar el perdón de Dios. Después, pedirle que exima a los demás de las consecuencias de nuestras acciones. Por último, reconocer que, a veces, es imposible evitar las consecuencias y que hay que soportarlas. Aunque estas siempre nos duelen, debemos evitar que nos consuman de tal modo que dejemos de servir a Dios .