Tener buen humor significa no ser rígido de una u otra forma, sino flexible.
El buen humor entraña poner entre grandes paréntesis la seriedad del presente. El buen humor sólo existe en la lucha con la seriedad del presente. Pero durante esta lucha, y en medio de ella, nos resulta imposible, como hijos de Dios, permanecer totalmente serios.
El futuro de Dios se presenta en forma de sonrisa en medio de las lágrimas, en forma de alegría con la que podemos soportar el presente y tomarlo en serio, aun poniéndolo entre paréntesis, porque es ya portador del futuro. De hecho, el buen humor auténtico se distingue del falso en que exige como condición previa el saber acerca del sufrimiento. Y también se distingue por algo en lo que no cabe el equívoco: preferentemente se ejercita, no con respecto a los demás, sino con respecto a uno mismo; y uno ve el paréntesis en el que se encuentra. Por eso es algo que resuelve y libera, y no lleva carga alguna de veneno ni de bilis, aun cuando se dirija contra otros.
Quien se ha reído de sí mismo, puede también reírse de los demás, y hasta superará con alegría la prueba definitiva: la de ser objeto de risa; una prueba en la que más de uno, supuestamente lleno de buen humor, suele fracasar.
Bienaventurados los que ahora lloráis, porque reiréis.
Lucas 6:21
Adaptado de Instantes, de Karl Barth