Aires de nuevos comienzos se respiran en los primeros días del año. No puedo más que dar gracias a lo que Cristo hizo por mí. Al caminar con el Señor, ahora pienso que no vale la pena lo que antes consideré de valor. Todo eso, lo que antes era valioso para mi, lo he dejado a un lado, y lo considero desechable, con tal de llegar a conocer bien a Cristo, pues no hay mejor conocimiento. Y quiero que Dios me acepte, no por haber obedecido la ley, sino por confiar en Cristo, pues así es como Dios quiere aceptarnos.
Reconozco que la perfección es imposible de alcanzar, pero también sé que Dios ha trabajado mucho conmigo, y ha hecho cambios valiosos. No quiero decir que yo haya logrado ya hacer todo lo que Dios espera de mi, ni tampoco que ya sea yo perfecta. Pero sí puedo decir que sigo adelante, luchando por alcanzar esa meta, pues para eso me salvó Jesucristo.
Sé muy bien que todavía no he alcanzado la meta; pero he decidido no fijarme en lo que ya he recorrido, sino que ahora me concentro en lo que me falta por recorrer. Así que sigo adelante, hacia la meta, para llevarme el premio que Dios nos llama a recibir por medio de Jesucristo.