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En la antigüedad, la ropa de un bebé durante los primeros meses de vida era casi exclusivamente las fajas (Ezequiel 16:4). Después de ser lavados y salados, eran envueltos en un paño que les cubría todo el cuerpo. Algunos piensan que esto prevenía que las coyunturas y los huesos se deformaran, ya que impedían el movimiento. Del mismo modo, me gustaría considerar las fajas como una clase de protección que además de física, puede ser emocional y mental (si no existe, el pequeño está expuesto a daños permanentes en su mente y en sus sentimientos). Se podría decir que muchas mujeres han sufrido a causa de la desprotección, siendo niñas, y continúan padeciendo sus consecuencias en la adultez. Quizá, usted se encuentre entre ellas y pueda identificar, en este momento, los efectos de ese descuido.
Nolita W. de Theo