En tiempos de Jesús, las madres acostumbraban llevar sus hijos al rabino para que los bendijeran. Por eso, estas madres se reunieron alrededor de Jesús. Los discípulos, sin embargo, pensaron que los niños no eran importantes para ocupar el tiempo del Maestro. Pero Jesús los recibió porque los niños tienen la clase de fe y confianza necesarias para entrar en el Reino de Dios.
Nadie es demasiado pequeño o demasiado joven para ser llevado a Cristo. Debemos recibir su reino como niños, no comprarlo, y debemos considerarlo un regalo de nuestro Padre. La idea de Cristo es que los pequeños sean llevados a Él. ¿No fue lo que desagradó a nuestro Señor el grave error de los discípulos de creer que los niños no deberían ser traídos a Cristo, porque sólo los mayores podían recibir provecho de él? Y aunque aprovechó la oportunidad de rebajar su orgullo, diciéndoles que, para poder entrar al Reino, en lugar de que los niños viniesen a ser como ellos, ellos tendrían que venir a ser como niños, esto fue sólo de pasada; y volviéndose a los niños mismos, los tomó en sus brazos amorosos, puso sus manos sobre ellos y los bendijo, con el solo objeto de mostrar que como infantes ellos eran hechos capaces de entrar en el reino de Dios.
Llevar nuestros hijos a Jesús es lo mejor que podemos hacer por ellos.
“Le fueron presentados unos niños, para que pusiese las manos sobre ellos, y orase; y los discípulos les reprendieron. Pero Jesús dijo: Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de los cielos. Y habiendo puesto sobre ellos las manos, se fue de allí.” Mt 19:13-15
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