Esto es algo que las mujeres debemos tomar muy enserio en cuanto a nuestra salud.
Mujer, eres una parte clave de la historia
El siglo pasado vio movimientos en casi cada continente de lo que algunos denominarían "la liberación femenina". Y aunque los títulos pueden variar, la idea básicamente ha sido la misma: proporcionar más derechos políticos, mayor influencia e ecuanimidad en salarios.
Las mujeres, como grupo, han superado muchísimos obstáculos a lo largo de toda la historia. Han sido menospreciadas, maltratadas y devaluadas como personas por casi cada cultura del mundo. Se han tenido por propiedad, se dudó de su inteligencia, se preguntó aún si contaban con un alma con necesidad de salvación. Vemos a lo largo de la historia que la mujer ha sobrellevado el abuso, el rechazo, la negatividad, y con todo, ha salido adelante. En mi opinión, esta supervivencia no ha sido cuestión simplemente de alguna coincidencia o de la suerte, sino que ha sido algo que Dios mismo declaró a nuestra vida y circunstancias. Y por esto, ha sido una parte importantísima de todos los aspectos del desarrollo humano. De ella se han producido las maestras, las consejeras, las reinas, las científicas, las autoras, las madres de muchas generaciones, entre otras.
Se podría decir que la mujer ha llegado a una madurez y cuenta con las características físicas que destacan a la mujer madura. Se puede decir que los movimientos políticos han hecho lo mismo para la mujer, ya que la han celebrado como mujer, le han conseguido los derechos para disfrutar el ser mujer y, en general, han logrado mejorar su condición. Sin embargo, con todo el aumento de prestigio, poder y aclamación, muchas tendríamos que confesar que algo nos falta. Hemos llegado a la madurez y, sin embargo, pareciera que nos falta vestir la ropa indicada para nuestra posición. Contamos con la apariencia física, pero no contamos con la estabilidad mental y emocional para disfrutar realmente de todos los beneficios que nos otorgan nuestra nueva posición en la sociedad. Aparentemente gozamos de más libertad pero, en realidad, hemos reconocido que, en ocasiones, esta "libertad" nos limita a ser la mujer que otras personas han concebido. No somos libres para ser mujeres como dicta nuestro corazón, como dicta nuestro Creador. Por eso, tendría que decir que no hemos alcanzado una verdadera libertad.
Si hubiera sabido antes de casarme...
Tejedora Amor, Matrimonio, matrimonio cristiano, matrimonio feliz, reflexiones cortas, ser feliz en el matrimonio
Debería haber sido obvio, pero no me di cuenta. Nunca había leído un libro sobre el matrimonio, así que lo que yo pensaba no se ajustaba a la realidad. Solo sabía que sentía algo por Karolyn que no había sentido nunca por ninguna otra muchacha. Cuando nos besábamos, era como estar en el cielo. Cuando la veía después de una larga ausencia, realmente sentía escalofríos. Me gustaba todo de ella. Me gustaba su aspecto, su forma de hablar, su modo de caminar y, en especial, me cautivaban sus ojos castaños. Incluso me gustaba su madre y me ofrecí voluntario para pintarle la casa —cualquier cosa con tal de demostrarle a esta joven cuánto la quería—. No podía imaginarme que ninguna otra fuera tan maravillosa como ella. Creo que ella pensaba y sentía por mí lo mismo que yo por ella.
Con todos estos pensamientos y sentimientos, pretendíamos hacernos felices mutuamente el resto de nuestras vidas. No obstante, seis meses después de casarnos, ambos éramos más desdichados de lo que nunca pudimos imaginar. Los sentimientos de euforia habían desaparecido, y en su lugar, aparecieron los de dolor, rabia, decepción y resentimiento. Esto es algo que no habíamos previsto cuando estábamos “enamorados”. Creíamos que las percepciones positivas y los sentimientos que teníamos uno hacia el otro nos acompañarían el resto de nuestras vidas.
En los últimos treinta años, he impartido sesiones de consejería prematrimonial a cientos de parejas. Me he dado cuenta de que la mayoría de ellas tiene la misma perspectiva limitada sobre estar enamorados. A menudo planteo a las parejas en la primera sesión la siguiente pregunta: “¿Por qué quieren casarse?”. Sea cual fuese la respuesta, siempre acaban dándome la gran razón. Y esa gran razón es casi siempre la misma: “Porque nos queremos”. Luego les hago una pregunta muy injusta: “¿Qué quieren decir con eso?”. Normalmente se sorprenden ante esta pregunta. La mayoría dice algo sobre el sentimiento profundo que ambos tienen hacia el otro. Llevan sintiéndolo algún tiempo y, de alguna manera, es diferente a lo que habían sentido antes por otras personas con las que habían salido. A menudo se miran uno a otro, miran al techo, sonríen, y después uno de ellos dice: “Bueno, ehhh… ya sabe…”. En esta etapa de mi vida, creo que yo sí lo sé, pero dudo que ellos lo sepan. Temo que tengan la misma percepción de estar enamorados que Karolyn y yo teníamos cuando nos casamos. Y ahora sé que estar enamorados no es base suficiente para que el matrimonio tenga éxito.
Hace algún tiempo, recibí una llamada de un joven que me pidió que oficiara su boda. Le pregunté cuándo quería casarse y descubrí que la boda era en menos de una semana. Le expliqué que solía tener entre seis y ocho sesiones de consejería con los que deseaban contraer matrimonio. Su respuesta fue la típica: “Bueno, para ser sincero, no creo que necesitemos ningún tipo de consejo. Nos queremos de verdad, y no creo que tengamos problemas”. Yo sonreí y me lamenté interiormente: otra víctima de la ilusión de “estar enamorado”.
A menudo hablamos de “estar enamorados”. Escuchar esta frase me hace recordar una cacería en la selva. Se hace un agujero por donde va a pasar el animal a beber agua, se cubre con ramas y hojas. El pobre animal corre concentrado únicamente en su objetivo cuando, de repente, cae en un pozo y queda atrapado.
Con todos estos pensamientos y sentimientos, pretendíamos hacernos felices mutuamente el resto de nuestras vidas. No obstante, seis meses después de casarnos, ambos éramos más desdichados de lo que nunca pudimos imaginar. Los sentimientos de euforia habían desaparecido, y en su lugar, aparecieron los de dolor, rabia, decepción y resentimiento. Esto es algo que no habíamos previsto cuando estábamos “enamorados”. Creíamos que las percepciones positivas y los sentimientos que teníamos uno hacia el otro nos acompañarían el resto de nuestras vidas.
En los últimos treinta años, he impartido sesiones de consejería prematrimonial a cientos de parejas. Me he dado cuenta de que la mayoría de ellas tiene la misma perspectiva limitada sobre estar enamorados. A menudo planteo a las parejas en la primera sesión la siguiente pregunta: “¿Por qué quieren casarse?”. Sea cual fuese la respuesta, siempre acaban dándome la gran razón. Y esa gran razón es casi siempre la misma: “Porque nos queremos”. Luego les hago una pregunta muy injusta: “¿Qué quieren decir con eso?”. Normalmente se sorprenden ante esta pregunta. La mayoría dice algo sobre el sentimiento profundo que ambos tienen hacia el otro. Llevan sintiéndolo algún tiempo y, de alguna manera, es diferente a lo que habían sentido antes por otras personas con las que habían salido. A menudo se miran uno a otro, miran al techo, sonríen, y después uno de ellos dice: “Bueno, ehhh… ya sabe…”. En esta etapa de mi vida, creo que yo sí lo sé, pero dudo que ellos lo sepan. Temo que tengan la misma percepción de estar enamorados que Karolyn y yo teníamos cuando nos casamos. Y ahora sé que estar enamorados no es base suficiente para que el matrimonio tenga éxito.
Hace algún tiempo, recibí una llamada de un joven que me pidió que oficiara su boda. Le pregunté cuándo quería casarse y descubrí que la boda era en menos de una semana. Le expliqué que solía tener entre seis y ocho sesiones de consejería con los que deseaban contraer matrimonio. Su respuesta fue la típica: “Bueno, para ser sincero, no creo que necesitemos ningún tipo de consejo. Nos queremos de verdad, y no creo que tengamos problemas”. Yo sonreí y me lamenté interiormente: otra víctima de la ilusión de “estar enamorado”.
A menudo hablamos de “estar enamorados”. Escuchar esta frase me hace recordar una cacería en la selva. Se hace un agujero por donde va a pasar el animal a beber agua, se cubre con ramas y hojas. El pobre animal corre concentrado únicamente en su objetivo cuando, de repente, cae en un pozo y queda atrapado.
Sigue!
Tejedora Confianza, confiar, conocer a Dios, devocional, Reflexión cristiana de motivación, reflexiones cortas
¿Cuántas veces tus fuerzas han decaído? No te detengas ¡Prosigue! Cuando Dios te llamó, te dijo: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mateo 11:28). El enemigo quiere que miremos atrás, pero la iglesia de Cristo no va a retroceder. Tenemos que estar dispuestos a todo, esperando en Cristo, porque Él es nuestra fe y nuestra fortaleza. Hay que proseguir al blanco, hacia adelante. No te puedes quedar a mitad del camino, porque es más lo que has avanzado que lo que te falta para llegar. Dios va a completar y a honrar tus sueños. No le permitas a nadie que detenga tu paso. ¡No dejes que ninguna situación te haga volver atrás!
“Mas tú, oh hombre de Dios, huye de estas cosas, y sigue la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la mansedumbre. Pelea la buena batalla de la fe, echa mano de la vida eterna, a la cual asimismo fuiste llamado, habiendo hecho la buena profesión delante de muchos testigos. Te mando delante de Dios, que da vida a todas las cosas, y de Jesucristo, que dio testimonio de la buena profesión delante de Poncio Pilato, que guardes el mandamiento sin mácula ni reprensión, hasta la aparición de nuestro Señor Jesucristo, la cual a su tiempo mostrará el bienaventurado y solo Soberano, Rey de reyes, y Señor de señores” (1 Timoteo 6:11-15).
“Mas tú, oh hombre de Dios, huye de estas cosas, y sigue la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la mansedumbre. Pelea la buena batalla de la fe, echa mano de la vida eterna, a la cual asimismo fuiste llamado, habiendo hecho la buena profesión delante de muchos testigos. Te mando delante de Dios, que da vida a todas las cosas, y de Jesucristo, que dio testimonio de la buena profesión delante de Poncio Pilato, que guardes el mandamiento sin mácula ni reprensión, hasta la aparición de nuestro Señor Jesucristo, la cual a su tiempo mostrará el bienaventurado y solo Soberano, Rey de reyes, y Señor de señores” (1 Timoteo 6:11-15).