El huérfano podría compararse con aquel veterano de guerra que ha vuelto sin un brazo y una pierna, y que Dios lo salva, pero tiene que acostumbrarse a vivir sin los miembros que perdió. Los niños que crecen huérfanos con padres vivos aprenden cierta manera de pensar, sentir o conducirse equivocada que actúa en su contra en lugar de a su favor. Tienen una percepción deficiente del mundo que lo rodea, colocando en su mente valores al revés, tomando como bueno lo que en realidad no lo es. Se comporta de una manera incorrecta, pero lo hace para satisfacer ciertas carencias básicas, respondiendo a un mapa mental muy distorsionado. Por ejemplo, la niña que incorpora que la delgadez es la fuente del éxito, puede desarrollar conductas bulímicas y anoréxicas.
Si el vínculo con los padres no se consolida, el desarrollo emocional del niño estará lleno de sentimientos de inseguridad. Para desarrollar el vínculo se necesita que padres e hijos pasen tiempo de calidad juntos, en el cual la comunicación es el componente clave. El antropólogo Ronald Rohner ha estudiado el rechazo en más de cien culturas alrededor del mundo. Demuestra que el rechazo se manifiesta de forma diferente en cada cultura. Pero los niños rechazados siempre tienen desórdenes de conductas, problemas psicológicos, baja autoestima baja, desarrollo moral deficiente, dificultades en manejar la agresión y una identidad sexual confusa. El abandono es una herida tan honda y punzante que en cierto modo no tiene cura total. El Señor Jesús, que fue probado en todo, sintió el abandono del Padre cuando “clamó a gran voz, diciendo: `Eloi, Eloi, ¿lama sabactani?’ que traducido es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” (Mr 15:34).
Si el vínculo con los padres no se consolida, el desarrollo emocional del niño estará lleno de sentimientos de inseguridad. Para desarrollar el vínculo se necesita que padres e hijos pasen tiempo de calidad juntos, en el cual la comunicación es el componente clave. El antropólogo Ronald Rohner ha estudiado el rechazo en más de cien culturas alrededor del mundo. Demuestra que el rechazo se manifiesta de forma diferente en cada cultura. Pero los niños rechazados siempre tienen desórdenes de conductas, problemas psicológicos, baja autoestima baja, desarrollo moral deficiente, dificultades en manejar la agresión y una identidad sexual confusa. El abandono es una herida tan honda y punzante que en cierto modo no tiene cura total. El Señor Jesús, que fue probado en todo, sintió el abandono del Padre cuando “clamó a gran voz, diciendo: `Eloi, Eloi, ¿lama sabactani?’ que traducido es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” (Mr 15:34).