La computadora parece sublevarse de vez en cuando. Seguimos todos los consejos de quienes saben un poco más, pero todo el esfuerzo es vano. Entonces, el técnico nos da el dramático diagnóstico: "hay que formatearla". Esto implica borrar todo el contenido de la memoria, volverle a cargar los programas, y entonces quedará como nueva.
-¿Hiciste un backup?- pregunta el técnico.
-Hmm, creo que no.
-Qué lástima, perderás todo lo que tenías almacenado.
Así como la computadora (ordenador) almacena gran cantidad de contenido que le hemos ido incorporando, nuestra mente se va alimentando de un cúmulo de recuerdos, aprendizajes e información que son fundamentales para nuestra vida. La vida que llevemos estará continuamente recurriendo a ese bagaje para permitir desarrollarnos.
Si conservamos recuerdos felices, será muy grato nuestro andar. Pero, ¿qué pasa cuando los recuerdos son penosos? Hay personas que los esconden profundamente, de tal forma que sólo en circunstancias propicias pueden resurgir.
"Mientras callé, se envejecieron mis huesos en mi gemir todo el día." Sal 32:3
Al final de la 2da Guerra Mundial, quedaban aún millares de soldados japoneses en los montes y selvas de las islas del sur del Pacífico que no querían salir de sus escondites, y regresar a una vida en condiciones de paz. Habían sido adoctrinados con lo que harían los norteamericanos con ellos si se entregaban. Finalmente, el emperador japonés hizo un discurso explicando la situación y rogando que regresaran al hogar. El discurso fue transmitido por las cavernas de los montes y selvas por medio de altavoces. Decía "Salid, la guerra ha terminado. Se ha establecido la paz. No se os causará daño alguno, sino que seréis bien recibidos y protegidos." Después de algunos años se suponía que todos los que estaban vivos habían salido a la superficie. Sin embargo, el último soldado que vivía escondido, se presentó ¡29 años después de terminada la guerra! Cuando se le preguntó por qué no se había presentado antes (ya tenía 70 años), contestó que había tardado todos estos años en vencer su temor.
-¿Hiciste un backup?- pregunta el técnico.
-Hmm, creo que no.
-Qué lástima, perderás todo lo que tenías almacenado.
Así como la computadora (ordenador) almacena gran cantidad de contenido que le hemos ido incorporando, nuestra mente se va alimentando de un cúmulo de recuerdos, aprendizajes e información que son fundamentales para nuestra vida. La vida que llevemos estará continuamente recurriendo a ese bagaje para permitir desarrollarnos.
Si conservamos recuerdos felices, será muy grato nuestro andar. Pero, ¿qué pasa cuando los recuerdos son penosos? Hay personas que los esconden profundamente, de tal forma que sólo en circunstancias propicias pueden resurgir.
"Mientras callé, se envejecieron mis huesos en mi gemir todo el día." Sal 32:3
Al final de la 2da Guerra Mundial, quedaban aún millares de soldados japoneses en los montes y selvas de las islas del sur del Pacífico que no querían salir de sus escondites, y regresar a una vida en condiciones de paz. Habían sido adoctrinados con lo que harían los norteamericanos con ellos si se entregaban. Finalmente, el emperador japonés hizo un discurso explicando la situación y rogando que regresaran al hogar. El discurso fue transmitido por las cavernas de los montes y selvas por medio de altavoces. Decía "Salid, la guerra ha terminado. Se ha establecido la paz. No se os causará daño alguno, sino que seréis bien recibidos y protegidos." Después de algunos años se suponía que todos los que estaban vivos habían salido a la superficie. Sin embargo, el último soldado que vivía escondido, se presentó ¡29 años después de terminada la guerra! Cuando se le preguntó por qué no se había presentado antes (ya tenía 70 años), contestó que había tardado todos estos años en vencer su temor.