El perdón es el camino hacia la paz y la felicidad. También es un misterio, y a menos que lo busquemos, permanecerá oculto de nosotros. ¿Qué significa el perdón? No se trata solamente de ecuanimidad humana, sino de excusar hasta lo que no tiene disculpa. Y más aún. Cuando excusamos a alguien, hacemos caso omiso de su error sin exigir pena ninguna. Cuando perdonamos, no solamente perdonamos una falla o un pecado, sino que abrazamos al pecador y buscamos rehabilitarlo y restaurarlo. Puede que no siempre sea aceptado el perdón ofrecido, pero una vez extendida la mano, desaparecen los resentimientos. Puede que siempre vamos a sentir una herida muy honda, pero no usaremos el propio dolor para infligir más dolor a otros.
Cuando revivimos un recuerdo negativo, llevando cuenta de ofensas que se nos han causado, el recuerdo se convierte en rencor. No importa si la causa del rencor es real o imaginada, su veneno nos carcome poco a poco hasta que se derrama y corroe todo lo que nos rodea.
Es fácil detectar a quienes no han perdonado, ya que viven colmados de amargura. Tienen una memoria extraordinaria para los más insignificantes detalles, se consumen en quejarse y se ahogan en resentimientos. Llevan cuenta minuciosa de las ofensas sufridas, y siempre están listos para demostrar a los demás cuánto han sido ofendidos. Por fuera aparentan ser tranquilos y serenos, pero por dentro revientan de su odio reprimido. Estas personas constantemente defienden su indignación. Sienten que el hecho de haber sido heridas tan profunda y frecuentemente les exime de la obligación de perdonar. Pero son precisamente estas personas las que más necesitan perdonar. A veces tienen el corazón tan lleno de rencor que ya no hay capacidad para amar.
Pero nuestra perspectiva del amor cambia si miramos a Jesús, que es la muestra más grande del amor de Dios hacia nosotros. Es a través de Su muerte que el Padre nos ha perdonado y nos ha hecho hijos suyos. Ninguno de nosotros mereceríamos vivir si expusiéramos a la luz de la Verdad de Dios todo nuestro interior y nuestra naturaleza humana. Pero tanta misericordia y tanto amor tuvo Dios para con nosotros, que él mismo proveyó el precio -para nosotros inalcanzable- de nuestro perdón: nada menos que la sangre de Su Hijo único.
Amiga: sólo en tu corazón puedes evaluar cuánto has sido perdonada por Dios. ¿Cómo negar el perdón a quien nos ofendió o nos hirió, cuando Dios perdonó tanto y pagó mucho más caro el precio de tu perdón? Seamos constructoras de puentes, eso precisamente es el perdón, un puente entre Dios y los hombres.
P.O. - www.hacedoras.blogspot.com
Bibliografía: W. Shakespeare, C. S. Lewis, J.C. Arnold
Cuando revivimos un recuerdo negativo, llevando cuenta de ofensas que se nos han causado, el recuerdo se convierte en rencor. No importa si la causa del rencor es real o imaginada, su veneno nos carcome poco a poco hasta que se derrama y corroe todo lo que nos rodea.
Es fácil detectar a quienes no han perdonado, ya que viven colmados de amargura. Tienen una memoria extraordinaria para los más insignificantes detalles, se consumen en quejarse y se ahogan en resentimientos. Llevan cuenta minuciosa de las ofensas sufridas, y siempre están listos para demostrar a los demás cuánto han sido ofendidos. Por fuera aparentan ser tranquilos y serenos, pero por dentro revientan de su odio reprimido. Estas personas constantemente defienden su indignación. Sienten que el hecho de haber sido heridas tan profunda y frecuentemente les exime de la obligación de perdonar. Pero son precisamente estas personas las que más necesitan perdonar. A veces tienen el corazón tan lleno de rencor que ya no hay capacidad para amar.
Pero nuestra perspectiva del amor cambia si miramos a Jesús, que es la muestra más grande del amor de Dios hacia nosotros. Es a través de Su muerte que el Padre nos ha perdonado y nos ha hecho hijos suyos. Ninguno de nosotros mereceríamos vivir si expusiéramos a la luz de la Verdad de Dios todo nuestro interior y nuestra naturaleza humana. Pero tanta misericordia y tanto amor tuvo Dios para con nosotros, que él mismo proveyó el precio -para nosotros inalcanzable- de nuestro perdón: nada menos que la sangre de Su Hijo único.
Amiga: sólo en tu corazón puedes evaluar cuánto has sido perdonada por Dios. ¿Cómo negar el perdón a quien nos ofendió o nos hirió, cuando Dios perdonó tanto y pagó mucho más caro el precio de tu perdón? Seamos constructoras de puentes, eso precisamente es el perdón, un puente entre Dios y los hombres.
P.O. - www.hacedoras.blogspot.com