Por eso es que puedes ir a la iglesia, cantar himnos, escuchar sermones y entonces salir con el mismo espíritu negativo y la misma perspectiva con la que saliste de tu casa. Es porque te sentaste en la iglesia y te pusiste a pensar en tus problemas y no en el Señor.
¿Con quién confraternizas?
¿Confraternizas con Dios o con tus problemas?
Una mañana me levanté con mi mente llena de pensamientos acerca de mis problemas. De repente el Espíritu Santo me habló y supe por el tono de su voz que estaba molesto conmigo. Me dijo: “¿Joyce, vas a confraternizar con tus problemas o conmigo?”. Entonces Él continuó diciéndome lo que le estoy diciendo a usted: No medite en sus desilusiones. A veces eso es un poco difícil entender esto porque el diablo trata fuertemente de hacernos pensar que somos los únicos que tenemos una situación tan difícil. Eso no es verdad.
Una vez alenté a mi hija de gran manera porque me senté con ella y le compartí lo que mi vida había sido desde los dieciocho hasta los veintitrés años de edad. Cuando terminé de hablar ella se sintió bendecida por la vida que había tenido. Como a todos los demás, a ella le habían sucedido cosas inoportunas una que otra vez, pero por años y años mi vida fue un largo y terrible desastre.
Por ejemplo, le dije que para la época en yo tenía dieciocho o diecinueve años de edad me encontré muchas veces sentada en una casa de alojamiento en Oakland, California, tres mil millas lejos de mi casa, sin automóvil, sin televisión, sin teléfono y sin nadie para cuidarme. Le conté que todas las noches me sentaba a escribir poemas tristes y tenía lástima de mí misma. Al día siguiente me levantaba y me iba a trabajar, solo para regresar a lo mismo. “Gracias a Dios que tienes una buena familia, un buen trabajo, un buen hogar y un buen automóvil”, le dije, “porque yo no tuve nada de esas cosas”. Cuando terminé de contarle mi historia, ella se sentía alentada y entusiasmada con sus futuros planes y prospectos.
Esa es la decisión a la que todos tenemos que enfrentarnos. Nos podemos entusiasmar al pensar en todo lo que tenemos o podemos llegar a tener, o nos podemos desanimarnos pensando en todo lo que no tenemos. La realidad es esta: no lo tenemos y pensar en tenerlo no va a cambiar nada. Nos gustaría pensar que eso cambia las cosas, pero no lo hace. Si queremos vencer la desilusión, evitar el desánimo y decirle adiós a la desolación, tenemos que ser realistas y tratar con los hechos.
El hecho es lo siguiente, tan malas como pueden parecer las cosas, todavía tenemos una opción. Podemos confraternizar con nuestro problema o confraternizar con Dios. No importa lo que hemos perdido o cuan mal nos sentimos, todavía tenemos la habilidad pensar en lo positivo y no en lo negativo. ¡Piensa en estas cosas!
Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad. (Filipenses 4:8)
En el versículo 6 y 7 de este pasaje se nos dice que si tenemos un problema no debemos estar preocupados o ansiosos, pero que debemos llevarlo al Señor en oración. Se nos ha prometido que si hacemos eso, la paz del Señor nos mantendrá alejados del temor y la ansiedad, y guardará de nuestra mente y corazón.
Pero aquí en el versículo 8 vemos que hay otra cosa que tenemos que hacer para recibir y disfrutar el maravilloso gozo y la preciosa paz del Señor. Tenemos que tomar el control de nuestros pensamientos. Tenemos que dirigir nuestra mente hacia lo positivo y lejos de lo negativo. Podrá notar que lo primero que nos dice que debemos hacer es pensar en lo verdadero. Eso no quiere decir que debemos pensar en las cosas negativas que nos han sucedido en el pasado porque verdaderamente sucedieron.
Hay una diferencia entre lo verdadero y los hechos. Las cosas que han sucedido en el pasado son hechos, pero Jesús y la Palabra son la verdad y la verdad es más grande que los hechos. Te lo explicaré usando un ejemplo de la vida de una amiga de nosotros.
Hace un tiempo el esposo de mi amiga murió y pasó a morar con el Señor. Ahora él está en el cielo y no lo volverá a ver hasta que ella llegue ahí. Eso es un hecho. Sin embargo, la verdad es que su vida no ha terminado y que ella tiene mucho porque vivir. El diablo no quiere que ella crea eso, pero esa es la verdad.
El hecho es que el hombre joven con quien mi hija estaba comprometida le mintió y la lastimó profundamente. Pero la verdad es que su vida no terminó con esa desilusión. La verdad es que todavía tenía toda una vida por delante, una vida llena de bendiciones. El hecho es que había perdido a su novio, pero la verdad era que todavía tenía un futuro, un buen hogar, una familia cristiana, su propio automóvil, un buen trabajo, amigos que la amaban y el amor de Dios.
Esta pérdida ocurrió poco antes de que cumpliera diecinueve años de edad. Que regalo de cumpleaños tan especial, ¿verdad? Pero en vez de ponerse triste y amarga, ella decidió escoger una nueva perspectiva y un nuevo rumbo para su vida. Ella dijo: “¡Mañana cumplo diecinueve años y he decidido que es el primer día del resto de mi vida!”.
Estuve tan impresionada con su actitud y su punto de vista que le compré un pequeño diario y le dije: “Escribe en este libro todos los milagros que Dios hará por ti en este próximo año. Lo leeremos y celebraremos juntos el año que viene cuando cumplas veinte”. Y así lo hicimos.
Eso es lo que tú y yo tenemos que hacer. No siempre tenemos el poder para evitar los desalientos, pero sí tenemos el poder para escoger cómo vamos a reaccionar ante ellos. O permitimos que nuestros pensamientos moren en lo negativo, hasta el punto de desanimarnos y desolarnos, o enfocamos nuestra atención en las cosas buenas que han sucedido en nuestra vida y todas las cosas buenas que Dios tiene preparadas para nosotros.
Fuente: ¡Ayúdenme, siento desanimo! por Joyce Meyer