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Me gusta esta frase: ¡El mayor regalo que puedes darle a tu familia y al mundo que te rodea es estar saludable! En esta época se presta mucha atención a la apariencia: qué vistes, cómo está tu cabello, tu maquillaje, el tipo de coche que conduce, la casa donde vive, incluso el tipo de ordenador que tiene. Pero usted puede parecer genial por fuera y estar completamente destrozado por dentro. Eso me pasaba a mí. Cada día me vestía e iba a trabajar y a la iglesia; pero por dentro, mi mente, emociones y actitudes eran un desastre.
La Biblia dice que Jesús vino para darnos salud integral: de espíritu, alma y cuerpo. Quiere sanar cada parte de nosotros, porque Él está “en” la plenitud. Quiere recuperar todo lo que habíamos perdido por el pecado, la ignorancia, los ataques del enemigo y el maltrato de otros. Presta atención: Dios es un Dios de restauración.
Durante años fui cristiana pero no sabía esto. No entendía que Dios se interesaba por mi mente, mis emociones, mis finanzas, mi vida social: cada parte de mí y mi vida entera. Mi actitud era: “Si sólo pudiera atravesar esto y sobrevivir hasta que me vaya al cielo....” Pero Jesús vino a salvar no sólo a los que estaban perdidos, sino también a lo que estaba perdido.
Quiero que entiendas realmente esto: El reino de Dios no es meramente un viaje hacia el cielo. Consiste en que sepas quién eres en Cristo y tengas la justicia de Dios, su paz y su alegría mientras transitamos este viaje aquí en la tierra.
El primer paso hacia la plenitud es simple: Sólo tenemos que ir a Jesús y entregarle nuestro corazón. Él nos toma tal como estamos y comienza a viajar hacia la plenitud con nosotros.
Aunque el principio es simple, el viaje no siempre es fácil. Me doy cuenta de que este mensaje sobre la plenitud no es para timoratos. En obediencia a Dios, deberás hacer cosas que no te apetece hacer, que resultan difíciles; y te sentirás tentada a poner excusas para no hacerlas. Pero cuando desobedecemos a Dios, estamos jugando con nuestro futuro.
Un jugador transige, haciendo cosas que sabe que no están bien y apostando a no sufrir las consecuencias. A veces, cuando tomamos malas decisiones, parece que nos salimos con la nuestra por un tiempo, y seguimos actuando así. Por ejemplo, el diablo te ayudará a vivir endeudada. Puedes acumular gastos en una tarjeta de crédito y conseguir otra y seguir cargándola, y cuando estés al máximo obtener otra. Pero en algún momento tendrás que pagar.
Un inversor paga ahora el precio para poder tener luego maravillosos dividendos. Se sacrifica ahora para disfrutar más tarde una doble bendición. Es sabiduría divina hacer ahora lo que lo hará ser feliz más adelante.
Es fácil escuchar este mensaje y decir: “¡Sí!” porque sabemos que es correcto. Pero cuando llega el momento de aplicarlo sentimos la tentación de poner excusas y transigir. Recuerda, Dios nunca te dejará ni te abandonará, y te dará lo que necesites para que puedas hacer lo que tienes que hacer. Él nos ha dado el Espíritu Santo, que es nuestro consolador y fortalecedor, Él nos permite hacer lo que no podemos lograr por nosotros mismos. Filipenses 4:13 dice: “A todo puedo hacerle frente, gracias a Cristo que me fortalece” (DHH). Deja de poner la excusa: “¡No puedo!” Puedes hacer todo lo que debes hacer en Cristo.
Si has sido un jugadora, te imploro desde el fondo de mi corazón que seas una inversionista. No vivas la vida como si fuera una especie de juego, tirando los dados y esperando que caigan en buen lugar. No cedas más a las mentiras o excusas.
Haz lo correcto porque es lo correcto y glorifica a Dios. Si vas a tomar decisiones correctas, invirtiendo tu vida en Cristo, no hay diablo del infierno que pueda retener lo mejor que Dios tiene para ti. Y te encontrarás yendo por buen camino hacia la sanidad y la plenitud de espíritu, alma y cuerpo.
Joyce Meyer