El secreto de la tranquilidad
La búsqueda de la “tranquilidad” ha comenzado, ¡y de qué manera! Los seres humanos de las sociedades más desarrolladas consumen toneladas de tranquilizantes para lograr la paz del espíritu. No sólo recurren a las drogas, sino también a los libros que sirven de sedantes. Algunos de éstos se han convertido en “best-sellers” de la noche a la mañana, y han alcanzado una tirada de cientos de miles de ejemplares en una sola edición. Sus lectores son estimulados con urgencia a “lavarse el cerebro” y así comenzar el nuevo día diciendo: “¡Qué mañana tan estupenda hace! ¡qué esposa (o esposo) tan maravillosa tengo! ¡qué hijos tan encantadores! ¡qué desayuno tan saludable y delicioso me aguarda! ¡qué jefe tan simpático tengo en el trabajo! Pero tales “tranquilizantes de paz” (“peacefulizers”) pueden hacer más mal que bien. Contra ellos se alzan las siguientes objeciones:
Primera: Siempre que el consuelo prestado no se ajuste a la realidad, la paz mental que éste proporcione no tendrá efectos duraderos.
Segunda: Lo más difícil de quebrantar de todo es el pecado, y no hay estímulo mental o “pensamiento positivo” que pueda eliminarlo.
Tercera: La única paz que merece tal nombre es la paz con Dios y esta paz no puede ser autofabricada.
Cuarta: Esta confianza en los tranquilizantes, sean libros o píldoras, puede proceder de la falsa suposición de que el desasosiego espiritual o la lucha interior es un mal en sí mismo.
Primera: Siempre que el consuelo prestado no se ajuste a la realidad, la paz mental que éste proporcione no tendrá efectos duraderos.
Segunda: Lo más difícil de quebrantar de todo es el pecado, y no hay estímulo mental o “pensamiento positivo” que pueda eliminarlo.
Tercera: La única paz que merece tal nombre es la paz con Dios y esta paz no puede ser autofabricada.
Cuarta: Esta confianza en los tranquilizantes, sean libros o píldoras, puede proceder de la falsa suposición de que el desasosiego espiritual o la lucha interior es un mal en sí mismo.
Sanando heridas
Mas yo haré venir sanidad para ti, y sanaré tus heridas,
dice Jehová; porque desechada te llamaron, diciendo:
Esta es Sion, de la que nadie se acuerda. Jeremías 30:17
Hay dos tipos de heridas que puede tener una persona, las externas y las internas, causadas por golpes, accidentes, enfermedades, que se curan con medicamento y operaciones muchas veces, pero hay una clase de heridas que son difícil de sanar y son las heridas que están en el corazón.
Estas heridas las causa un ser humano a otro ser humano, a veces dándose cuenta y otras sin darse cuenta, hay muchas razones por lo que puede estar herida una persona, por talvez los golpes del esposo (sana el golpe externo, pero el interno sigue) tal vez alguien le dijo que no servia para nada, o que estaba muy fea, o que era un inútil, o que nunca iba a progresar, o por la preferencia de un padre hacia un hijo, o una mujer que la engañaron al decirle que se iban a casar con ella, o tal vez la misma persona se causa las heridas a causa de la maldad en su corazón y por el pecado.