La vida cotidiana muchas veces intenta hacernos bajar la mirada, y vernos como Cenicientas. A tal punto se vive esta condición, que todo lo que te rodea pasa a ser tan mediocre como esta actitud, y lo peor, se transmite a los que amamos. Sin embargo, la realidad que se viva en el hogar se construye pacientemente.
"Mis padres lograban convertir los ratones en alazanes y los zapallos en pomposos carruajes, para que mis hermanas y yo, no nos diéramos cuenta que éramos lo suficientemente pobres como para que el frío se filtrara por las endebles rendijas de la casa.
Gracias a ellos... nunca me había percatado que éramos pobres.
Todos los viernes por la noche, mamá solía preparar una humeante taza de chocolate con leche caliente para cada una de nosotras, y lo presentaba como el menú especial de la semana. Lo esperábamos con algarabía y festejábamos el simple hecho de amanecer un viernes, sabiendo que nos esperaba ese delicioso manjar por la noche. Hasta que me transformé en una mujer, jamás supe que era la manera que ella tenía para estirar el escaso presupuesto.
"Mis padres lograban convertir los ratones en alazanes y los zapallos en pomposos carruajes, para que mis hermanas y yo, no nos diéramos cuenta que éramos lo suficientemente pobres como para que el frío se filtrara por las endebles rendijas de la casa.
Gracias a ellos... nunca me había percatado que éramos pobres.
Todos los viernes por la noche, mamá solía preparar una humeante taza de chocolate con leche caliente para cada una de nosotras, y lo presentaba como el menú especial de la semana. Lo esperábamos con algarabía y festejábamos el simple hecho de amanecer un viernes, sabiendo que nos esperaba ese delicioso manjar por la noche. Hasta que me transformé en una mujer, jamás supe que era la manera que ella tenía para estirar el escaso presupuesto.