La palabra carrera es del griego agon, de donde se deriva la palabra agonía. La carrera cristiana no es una marcha al trote, sino más bien una exigente y agotadora carrera, algunas veces agonizante, que requiere un enorme esfuerzo para terminar bien.
Probablemente has notado que muchos no corren. Seguramente has observado que hay muchos a la orilla de la pista. Solían correr. Hubo un tiempo en que mantenían el ritmo, pero los venció el cansancio. No esperaban que la carrera fuera tan rigurosa…
Por contraste, la mayor tarea de Jesús fue su tarea final, y su paso más fuerte fue el último paso. Nuestro Maestro es el clásico ejemplo de uno que logró perdurar… Él pudo haber abandonado la carrera, pero no lo hizo.
A esta altura del año nos cuesta continuar con el mismo entusiasmo que empezamos, tal vez hayas perdido un poco el ánimo. Hoy recuerda que Dios es quien renueva nuestras fuerzas día a día, que así como Él no se rinde, nos va a ayudar cada día a no "tirar la toalla", a perseverar y mantenernos firmes hasta el final.
Recuerda estas palabras "Él fortalece al cansado y acrecienta las fuerzas del débil.
Aun los jóvenes se cansan, se fatigan, y los muchachos tropiezan y caen; pero los que confían en el renovarán sus fuerzas; volarán como las águilas: correrán y no se fatigarán, caminarán y no se cansarán." Isaías 40:29-31
Corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús,
el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz,
menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios.
Hebreos 12:1-2