“Y el niño crecía, y se fortalecía en espíritu; y estuvo en lugares desiertos hasta el día de su manifestacióna Israel” (Lucas 1:80).
“Y Jesús volvió en el poder del Espíritu a Galilea, y se difundió su fama por toda la tierra de alrededor” (Lucas 4:14).
Cada vez nos damos más cuenta de nuestra necesidad de desarrollar una relación íntima con Dios para que Él sea nuestro amor y pasión.
Él es nuestro refugio y ayuda, quien siempre está con nosotros. En intimidad con Dios nos damos cuenta de que en Él estamos completos y que Él es la fuente de todo lo que necesitamos. Él quiere enseñarnos a que dependamos totalmente de Él. ¿Recuerdas que los discípulos de Jesús no le pidieron ninguna otra cosa a Jesús sino que les enseñara a orar? Ellos veían que Jesús, cuando tenía intimidad con el Padre, salía fortalecido. También vemos que lo que más valoraba David era estar en la presencia de Dios:
“Una cosa he demandado a Jehová, ésta buscaré; Que esté yo en la casa de Jehová todos los días de mi vida, Para contemplar la hermosura de Jehová, y para inquirir en su templo” (Salmos 27:4).
Recuerdo que en una reunión de oración me sentía tan apegada a Dios que me imaginaba que estaba como una estrella de mar cuando se pega a las paredes de una pecera. Si te digo la verdad, me estaba viendo en ese momento como la estrella de mar en la película “Buscando a Nemo”, tan apegada que no había espacio entre el vidrio y la estrella.
Así me sentía yo con Dios. Era una con Dios. Él desea que estemos de esa manera con Él, que descubramos que Él es nuestro amor y nuestro existir. Su presencia satisface tanto nuestro interior que aunque queremos la promesa, lo más importante para nosotros es disfrutar de su presencia.
Tenemos que llegar al punto en que Dios es suficiente satisfacción para nosotros. El resultado será que si buscamos primeramente su Reino, Él añadirá todas las demás cosas a nuestras vidas: “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mateo 6:33). Pero no le buscamos para que nos las dé, sino porque le amamos verdaderamente. Nuestra fortaleza interna se desarrolla en nuestra intimidad con Él.
En su presencia somos transformados y aprendemos a ser uno con Él y comenzamos a alinear nuestros pensamientos, sentimientos, palabras, acciones, carácter y motivaciones con las de Él. En nuestra intimidad con Él, experimentaremos la verdadera transformación y la estrecha relación con Dios para la cual nos creó.
-Tomado del libro Cómo alcanzar sus promesas de Candy De Maa