En los tiempos del Antiguo Testamento, detener los pozos de agua con piedras era una de las armas utilizadas para vencer a los enemigos (vea 2 Reyes 3:19). Nuestro enemigo, el diablo, sigue utilizando hoy esa arma contra nosotros.
Creo que tú y yo nacimos abiertas y libres con capacidad para fluir. Pero con el tiempo, nuestro enemigo, Satanás, viene y comienza a arrojar piedras en el pozo de nuestro ser interior como piedras de abuso, sufrimiento, rechazo, abandono, incomprensión, amargura, resentimiento, autocompasión, venganza, depresión, desesperanza, y la lista continúa. Para cuando nos convertimos en adultos, nuestros pozos están tan llenos de piedras que están obstruidos y ya no fluyen con libertad en nuestro interior. De vez en cuando, podremos sentir un pequeño borboteo en nuestro interior, pero nunca parecemos experimentar la liberación total necesaria para que las aguas de nuestras almas vuelvan a fluir libremente.
Es interesante que cuando Jesús fue a levantar a Lázaro de entre los muertos, ordenó: “Quiten la piedra” (Juan 11:39). En un sentido similar, creo que el Espíritu Santo quiere quitar las piedras que han estado obstruyendo nuestros pozos de agua viva.
Cuando habló del agua viva en Juan 7.37-39, Jesús no dijo que de aquellos que crean en Él, sólo fluirían ríos de agua viva de vez en cuando. Dijo que estos ríos de agua viva fluirían continuamente. Esa agua viva es el Espíritu Santo. Aquí Jesús se estaba refiriendo al derramamiento del Espíritu Santo, el cual hemos recibido (los que hemos aceptado a Jesús como Señor y Salvador). Permite que el poder del Espíritu Santo quite las piedras que bloquean el pozo de ru vida, y deja que el agua de vida en tu interior sea libre para volver a fluir.
Fuente La Biblia de la vida diaria, de Joyce Meyer