Muchas personas se sienten mal consigo mismos, no bien. Antes de aceptar a Jesús como Salvador, no podemos hacer nada sino sentirnos mal, porque muchas cosas en nosotros están mal. Decimos cosas malas, tomamos malas decisiones, hacemos cosas malas y nos comportamos de mala manera hacia otras personas. Pero por medio de Cristo, somos reconciliados con Dios y hechos aceptos en Él. Todavía hacemos cosas equivocadas, pero la justicia es satisfecha en Jesucristo, quien pagó la deuda que nos pertenecía y se transformó en el sacrificio final por nuestros pecados.
Depositamos nuestra fe en Jesús, y le entregamos todo lo que tenemos, todo lo que somos, y, especialmente, lo que no somos; y, a cambio, Él nos da todo lo que tiene y es. Éste es el mejor trato que se pueda encontrar jamás.
Cuando me casé con mi esposo, Dave, él tenía un automóvil. Yo no tenía uno cuando era soltera, pero cuando me casé de pronto tuve un automóvil. Todo lo que Dave tenía se volvió mío después de que tomé un compromiso pleno de mi vida con Dave. Su auto no era legalmente mío cuando salíamos de novios, pero tan pronto como nos casamos, todo lo que él tenía fue legalmente mío, y todo lo que yo tenía fue suyo. Dave tenía dinero y yo no, así que de pronto tuve algo de dinero. Él tenía una familia grande y cariñosa, y la mía era bastante disfuncional, así que de repente también tuve una buena familia. Dave tenía mucho más de lo que yo tenía, lo cual me recuerda mi relación con Jesús.
Tenemos pecado y Jesús tiene justicia, así que cuando hacemos un compromiso pleno con Él, le damos nuestro pecado y Él nos da su justicia. Intercambie su conciencia de pecado por una conciencia justa, y comenzará a ver cambios maravillosos en su vida y en su conducta.
--Tomado de La Biblia de la vida diaria, de Joyce Meyer. Una publicación de Casa Creación.