Con todas mis fuerzas te llamo, Señor, respóndeme y obedeceré tus leyes.
A ti clamo, ¡sálvame! y obedeceré tus enseñanzas.
Sal 119:145-6
Hace poco fui testigo de la angustia de un niño pequeño en un lugar muy público. Todos lo hemos visto en algún momento, tal vez con nuestros propios hijos.
Algo andaba mal con este niño, tal vez tenía hambre o cansancio o frustración, y cuando alguien le pisó sin querer su piecito, se sentó en medio del pasillo y comenzó a gritar "¡NO!" Sus gritos hacías doler mis oídos. No había persuasión que funcionara con él. Los intentos de calmarlo sólo lograban que el niño gritara más fuerte. La madre se arrodilló y esperó, se concentró exclusivamente en su hijo, no las reacciones de los demás a su alrededor. Dejó su que su pequeño gritara hasta que se cansara, entonces cuando los sollozos fueron retardándose, tomó el control de nuevo.
Lo admito. Últimamente he estado propensa a las "rabietas" espirituales. Por mucho que intentara aplacarlas, brotaban en mi interior. Me preguntaba "¿Por qué tiene que ser así?" y "¿Por qué tiene que ser tan difícil?"
Pero he aprendido que Dios no ignora mis rabietas que gritan tan fuerte dentro de mí. Él susurra a través de ellas en mi corazón. Él ha abierto las Escrituras a mi mente, como la de hoy. Al igual que la madre con el niño gritando, Dios permanece concentrado en mí, esperando a que me calme y respire y pueda llegar a un suave sollozo y tomar el control de nuevo.
Dios responde en la manera que El sabe que necesitamos. Simplemente no siempre se puede estar escuchando, porque estamos tan atrapados como seres humanos con heridas, defectos y ansiedades. A veces, las rabietas casi parecen cómodas. Son excusas para no avanzar. Agotada, frustrada o enojada, simplemente no quiero ceder más. Nos tiran para abajo, nos hacen cruzar los brazos y resistirnos a avanzar un paso más, al igual que el niño recién descubierto exhibiendo la libre voluntad.
Pero nuestro Padre Celestial es paciente y lento para la ira. Se queda allí esperando por nosotros para salir de nuestro sistema, la calma de vuelta y escuchar el razonamiento. Sólo entonces puede venir a su Palabra de vida para nosotros, palabras que nos recoja, enjugue nuestras lágrimas y nos animen a avanzar de nuevo, sujetando la mano de papá.
Llegue mi clamor delante de ti, oh Jehová;
Dame entendimiento conforme a tu palabra.
LLegue mi oración delante de ti;
Líbrame conforme a tu dicho.
Sal 119:169-170