¿Qué tal si pudieras leer la mente? ¿Qué tal si supieras el número ganador de la lotería un día antes del sorteo? ¿Qué tal si pudieras vivir por siempre? ¿Qué tal si estuvieras respirando por última vez en este momento? ¿Qué tal si ya comiste tu último bocado? ¿Qué tal si tuvieras la conciencia por alguna razón especial? ¿Qué tal si supieras cuál es esa razón? ¿Qué tal si fuera un faro—un aviso de perdición inminente? ¿Qué tal si la justicia no fuera corrupta, sino algo verdadero y eterno? ¿Qué tal si el criterio para la vida fuera una Ley perfecta, la cual ya conoces? ¿Qué tal si en la calma de un momento de silencio te dieras cuenta que has violado esa Ley?
¿Qué tal si la vida es en realidad un examen, una serie de opciones en la cual sólo una decisión realmente importa? ¿Qué tal si ignoramos esa pequeña luz interna que nos reprende cada vez que mentimos, robamos o codiciamos? ¿Qué tal si aun nuestro odio nos fuera contado como homicidio? ¿Qué tal si el dolor y el placer fueran tan sólo sombras de mayores sensaciones por venir? ¿Qué tal si existiera el paraíso? ¿Qué tal si existiera el infierno? ¿Qué tal si existe un Juez justo que conoce hasta nuestros pensamientos más íntimos? ¿Qué tal si Él nos considera responsables por cada pensamiento, palabra y obra? ¿Qué tal si nuestro concepto de la justicia es tan sólo una sombra de algo venidero, donde la prisión es eterna y no se permiten fianzas una vez declarada la sentencia? ¿Qué tal si la muerte es la multa por haber violado una Ley eterna? ¿Qué tal si alguien pagara tu multa? ¿Qué tal si Jesucristo es aquella persona? ¿Qué tal si Él ha vencido a la muerte al resucitar de entre los muertos? ¿Qué tal si pudieras abandonar tu pecado, poner tu fe en Él y vivir? ¿Qué tal si Él te dio la conciencia para mostrarte el camino hacia Él?
Cada segundo mueren dos personas... ¿Qué tal si en este segundo te tocara a ti?