Desde el jardín veíamos a menudo a las gacelas saltando por la ladera del monte, brincando de una roca a otra con extraordinaria gracia y agilidad. Sus movimientos eran uno de los más hermosos ejemplos que jamás he visto al demostrar alegría al superar con facilidad y sin esfuerzo los obstáculos. Cuán profundamente los que amamos al Señor de Amor y deseamos seguirlo anhelamos el poder para superar todas las dificultades, las pruebas y los conflictos en la vida de la misma manera alegre y triunfante.
Aprender el secreto de la vida victoriosa ha sido el deseo del corazón de los que aman al Señor, en cada generación. Sentimos que daríamos cualquier cosa si solo pudiéramos, en realidad, vivir en los Lugares Altos de amor y victoria aquí en esta tierra y durante esta vida: capaces siempre de reaccionar al mal, la tribulación, la pena, el dolor y cada cosa mala de una manera que se superen y transformen en algo para la alabanza y la gloria de Dios para siempre.
Como cristianos sabemos, al menos en teoría, que en la vida de un hijo de Dios no hay segundas causas, que incluso las cosas más injustas y crueles, así como los sufrimientos que al parecer no tienen sentido y son inmerecidos, Dios los permite como una gloriosa oportunidad para que reaccionemos a ellas de una manera que nuestro Señor y Salvador sea capaz de producir en nosotros, poco a poco, su propio carácter amoroso.
Dios nos hizo para Él y nuestros corazones nunca lograrán conocer el descanso y la perfecta satisfacción hasta que los encontremos en Él.
La voluntad de Dios es que algunos de sus hijos deben aprender esta profunda unión con El a través del floreciente, perfecto y natural amor humano en el matrimonio. También para otros es su voluntad que la misma unión perfecta se debe aprender a través de la experiencia enriquecedora de abandonar por completo este natural e instintivo deseo por el matrimonio y la crianza de los hijos, y aceptar las circunstancias de la vida que les niegan esta vivencia. Este instinto por el amor, implantado con tanta fuerza en el corazón humano, es la suprema manera por la que aprendemos a desear y amar a Dios mismo por encima de todas las cosas. Sin embargo, Los lugares altos de victoria y unión con Cristo no se alcanzan mediante algún reconocimiento mental y personal a fin de morir al pecado, no por la búsqueda para crear algún camino o disciplina por la que se crucifique la voluntad. El único camino es mediante el aprendizaje de la aceptación, día a día, de las condiciones actuales y las pruebas que permite Dios, mediante una continua y reiterada rendición de nuestra voluntad y aceptación de la suya cuando se nos presente en la forma de las personas con las que tenemos que vivir y trabajar y en las cosas que nos pasan. Cada aceptación de su voluntad se transforma en un altar de sacrificio, y en cada rendición y abandono de nosotros mismos a su voluntad están los medios que nos conducen al camino de los lugares altos, a los cuales El desea llevar a cada hijo suyo mientras sigan viviendo en la tierra.
La aceptación y triunfo sobre el mal, de identificarse con la pena y el dolor, y a fin de cuentas, de encontrarlas transformadas en algo incomparablemente precioso; de aprender a través de la alegría constante que se presenta al conocer el mismo amor del Señor en una nueva manera y al experimentar una inquebrantable unión con El... esas son las lecciones valiosas para tu vida. Los lugares altos y los pies de cierva no se refieren a los lugares celestiales después de la muerte sino que tienen la intención de que sea la gloriosa experiencia de los hijos de Dios aquí y ahora, si desean seguir el sendero que El escogió para ellos, quizás el Señor lo use para reconfortar a algunos de sus amados que están en la búsqueda y se ven obligados a permanecer en compañía de Pena y Contrariedad, o que caminan en las tinieblas y no tienen luz, o se sientes sacudidos con la tempestad sin consuelo. Tal vez los ayuden a comprender el nuevo significado de los que ocurre pues las experiencias que atraviesan forman parte del maravilloso proceso por el que el Señor se hace realidad en sus vidas, la misma experiencia que llevo a David y Habacuc exclamar con alegría:
El Señor Dios ha hecho mis pies como los de las ciervas, y por las alturas me hace caminar,
Salmo 18:33 y Hab 3:19
Es muy hermoso este libro, de gran ayuda para la vida cristiana: Adaptado de "Pies de ciervas en los lugares altos", de Hannah Hurnard