Existe un malentendido en cuanto a la diferencia entre tentación y pecado que ha hecho que mucha gente crea que está perdiendo sus batallas en el desierto, cuando en realidad las está ganando. El escritor de Hebreos dijo que Cristo fue “tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado” (Hebreos 4:15).
Es importante que entendamos que la tentación no es pecado. Para que algo nos tiente, debemos tener un deseo natural por ello. Por ejemplo, si yo no hubiera comido en todo el día y usted me dejara solo en una habitación con una fuente de sushi, no me tentaría porque detesto el sushi. En cambio, si estuviera con hambre y usted pusiera una cola de langosta caliente y jugosa frente a mí, ¡me tentaría! No podemos ser tentados por algo que no deseamos. Por eso el diablo tentó a Jesús con “di que estas piedras se conviertan en pan”: él sabía que Jesús no había comido en cuarenta días. El hecho de que Jesús tuviera hambre hizo que esa sugerencia fuera una tentación.
Es importante que entendamos que la tentación no es pecado. Para que algo nos tiente, debemos tener un deseo natural por ello. Por ejemplo, si yo no hubiera comido en todo el día y usted me dejara solo en una habitación con una fuente de sushi, no me tentaría porque detesto el sushi. En cambio, si estuviera con hambre y usted pusiera una cola de langosta caliente y jugosa frente a mí, ¡me tentaría! No podemos ser tentados por algo que no deseamos. Por eso el diablo tentó a Jesús con “di que estas piedras se conviertan en pan”: él sabía que Jesús no había comido en cuarenta días. El hecho de que Jesús tuviera hambre hizo que esa sugerencia fuera una tentación.