Joyce Meyer comenzó su sermón diciendo: "Me desperté esta mañana de mal humor. Temperamental. Me sentí como que todo me molestaba".
Alguna vez has tenido un día así? Donde todo te molesta y llegas al punto de decir "quisiera que este día volviera a comenzar" como para hacer las cosas de otra manera? Joyce dijo que en vez de mirarnos a nosotros mismos en el espejo, debemos mirar a la Palabra de Dios como si fuera nuestro espejo. De esa manera, podemos tener en nuestras mentes fuera de nosotros mismos y empezar a preocuparse por los demás.
No es lo que hacemos delante de la gente lo que realmente importa... Sabes qué es lo más importante?
Un cambio de vida real implica un cambio en el corazón. El verdadero cambio se produce cuando hacemos un esfuerzo por hacer lo correcto cuando nadie mira, sabiendo que Dios siempre nos ve. Pero Joyce fue aún más lejos que esto. "Hacer un trabajo para todos y ver toda la gente tan preciosa que lo disfruta, aún sin saber quién lo hizo. Ir fuera del camino de uno para hacer bien a los demás. No sólo a uno mismo. Alegrar a los demás". Esto es un cambio.
Para ilustrar su punto, Joyce realizó un pequeño sketch cómico sobre una mujer que iba a cenar en un restaurante. Allí demostró lo que sucede cuando uno abastece los deseos de la carne y su casi insaciable afán de cumplir cada una de las demandas. Representó, entre otras cosas, el quejarse constantemente de todas las cosas, como de la comida, el personal del lugar y la atención recibida, y de todo el mundo en general. Algo, sin dudas, habitual.
Fue muy gracioso ver lo que comúnmente sucede, pues todos tenemos quejas. Pero también, por esa razón fue doloroso de ver. Doloroso porque todos sabemos que hemos hecho esas mismas cosas. El problema es que no todos los creyentes ven este tipo de comportamiento y lo hacen sin darse por aludidos. Prestaste atención si hoy te estás quejando mucho por lo que sucede?... que hace calor, que hace frío, que el vaso esta medio vacío o medio lleno, etc.
Si vivimos una vida consagrada a Dios y no la carne, somos una muestra viviente y testimonio del amor de Dios. Somos un reflejo de Dios viviendo en la tierra.
Mostramos al mundo el amor de Dios cuando nos preocupamos por los demás. Cuando decidimos hacer algo especial para la gente todos los días y no para nosotros mismos. Y que, de hecho, es la revolución de amor.
Hoy, después de leer estas palabras, te parece que sos parte de esa revolución de amor o estás del otro lado?
Procuremos ser un fiel reflejo de lo que Jesús es en nuestras vidas, que los demás dejen de quejarse y quieran vivir de la manera que vivimos nosotros.