Ese hombre, que en Hebreos 11 está relacionado con Dios en cuanto a quien es quien fue observado por el rey Abimelec en pleno juego de caricias, con su esposa. El pasaje no nos dice hasta qué punto llegó en su juego, pero obviamente éste era lo suficiente íntimo como para que el rey llegase a la conclusión de que ella debía ser su mujer, y no su hermana, como había declarado falsamente. Isaac cometió una falta, no por haberse entregado al juego amoroso que precede al acto, sino por no haberlo restringido a la privacía de su alcoba. El hecho de que fuera descubierto, sin embargo, sugiere que en su día el “juego erótico” era común y permitido entre esposos. Dios lo ha ideado de este modo.
Una mayor claridad sobre la aprobación de Dios del acto marital podemos hallar en los mandamientos y reglamentos dados por Dios a Moisés para los hijos de Israel. Dio instrucciones según las cuales el hombre, después de su boda, debía ser eximido del servicio militar y de toda responsabilidad comercial por el período de un año (Deuteronomio 24:5), de modo que estas dos personas podían “conocerse” durante el tiempo cuando sus impulsos sexuales eran más fuertes y bajo circunstancias que les darían amplias oportunidades para experimentos de placer. Probablemente esta provisión fue hecha también para facilitar que el joven esposo pudiese engendrar antes de exponerse al riesgo de morir en los campos de batalla. En aquellos tiempos no había anticonceptivos, y como la pareja contaba con tanto tiempo para estar juntos, es fácil de ver por qué los dos nacían mayormente durante los primeros años de matrimonio.
Hay otro versículo que revela cómo Dios comprende profundamente el impulso sexual, que El creó en la humanidad.
Leemos en lra Corintios 7:9: “Es mejor casarse que arder.” ¿Por qué? Porque existe un solo método legítimo, instituido por Dios, para liberar la tensión natural que El mismo implantó en los seres humanos: el acto conyugal. Es el método primario de Dios para liberar el instinto sexual. Era Su intención que marido y mujer tuviesen una total dependencia mutua para la satisfacción sexual.
--fragmento del libro "El acto matrimonial" de Tim Lahaye