La mayoría de nosotros casi nos estamos ahogando en estrés. Vivimos en el camino, tragándonos la comida desde un restaurante de comida “para llevar” de camino a nuestras reuniones y las actividades de nuestros hijos. Otros días, nos arrastramos al final del día sin apenas la fuerza suficiente para hacer cenas en microondas. O peor aún, nos llenamos de patatas fritas o de cualquier otra cosa que podamos encontrar en el camino.
Nos desgastamos trabajando más horas, y cada vez disfrutamos menos de nuestra vida. Hacemos muy poco ejercicio, si es que lo hacemos, y mantenemos nuestro frenético ritmo mediante estimulantes como café, tés, refrescos y chocolate. Estresamos nuestro cuerpo aún más comprando más “cosas”: casas más grandes y autos nuevos, lo cual significa trabajar más horas para pagar nuestros deseos. Nuestra lista de compromisos crece mientras nuestro aguante se acaba.La gente estresada está en el camino hacia la enfermedad degenerativa y la muerte prematura. Muchos de nosotros estamos muriendo en la mediana edad. Pero no tiene por qué ser de esa manera. Podemos escoger relajarnos, ralentizar, oler las rosas y escoger una dieta sana.
Para vivir vidas más sanas y largas debemos volver a pensar en lo que nos han enseñado sobre la comida: antes de que sea demasiado tarde. ¿Cómo cambiamos nuestro modo de pensar? Podemos comenzar cambiando el porqué del comer. Sencillamente, ¿por qué come usted? ¿Come porque algo sabe bien y su carne lo desea? ¿O come porque le está proporcionando a su cuerpo energía para funcionar? Para la mayoría de estadounidenses, el comer se ha convertido más en un recreo que en una necesidad diaria basada en la sabiduría nutricional.
Ahora bien, no estoy tratando de sugerir que no debiera disfrutarse de las comidas. Dios creó todas las cosas para que las disfrutemos, y comer fue una de esas cosas. Pero cuando nuestras elecciones en cuanto a dieta, que fueron pensadas para nutrir y sostener nuestros cuerpos, en realidad comienzan a enfermarnos, entonces debemos cambiar nuestra manera de pensar.
Hipócrates, el padre de la medicina, dijo: “Nuestro alimento debería ser nuestra medicina, y nuestra medicina debería ser nuestro alimento”. En otras palabras, lo que comemos debería ser tan bueno para nosotros que realmente sanara y restaurara nuestros cuerpos.
Por tanto, este es su nuevo conjunto de prioridades: la salud en primer lugar, y el gusto y el placer en el segundo. Le garantizo que una vez que comience a satisfacer la verdadera necesidad de su cuerpo, la necesidad de nutrición genuina, comenzará a disfrutar de su comida mucho más.
Un estilo de vida de comer con la salud en primer lugar comienza por eliminar o reducir drásticamente la cantidad de alimentos fritos, procesados, grasas vegetales procesadas, grasas saturadas, grasas hidrogenadas y parcialmente hidrogenadas, y azúcar que usted ingiere. También significa evitar cortes grasos de carnes y seleccionar raciones más pequeñas de las carnes más magras. Entre ellas se incluyen los pollos de corral o la pechuga de pago y la res de corral orgánica, como el lomo y los filetes.
Coma de tres a cinco raciones (no menos de tres) de verduras orgánicas y vivas y de dos a cuatro raciones de fruta cada día. Eso significa que frutas y verduras deberían constituir un gran porcentaje de su dieta. Esa es la recomendación del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos, y también la mía.
Si se ve reflejada en lo que digo, anímese y no se estrese. Incluso si ha pasado toda la vida cavando su propia tumba con su tenedor y su cuchillo, nunca es demasiado tarde para cambiar. Hará usted muchas elecciones acerca de su destino al escoger lo que come. Escoja ahora cosechar una vida sana, feliz y larga. Usted tiene la llave de su propia salud en el futuro.
—Adaptado del libro Libérese de las toxinas de Dr. Don Colbert