Cuando los discípulos de Jesús lo decepcionaron, Él no quedó anonadado porque ya sabía y conocía perfectamente la naturaleza humana, como aprendemos en Juan 2:25. Jesús esperaba lo mejor de sus discípulos, pero sabía que aún lo mejor seguiría siendo imperfecto.
He llegado a darme cuenta de que tendemos a buscar el cónyuge perfecto, el amigo perfecto, el trabajo perfecto, el vecindario perfecto, la iglesia perfecta, y la verdad es que ¡eso no existe! Mientras estemos en cuerpos terrenales, seremos imperfectos. Dios debe haber sabido que eso sería así, porque en su Palabra nos da instrucciones sobre cómo tratar con las personas que nos irritan o nos decepcionan.
Las personas no son perfectas, y esperar que no tengan ningún defecto es frustrante para todos. Debemos aprender a ser generosos en misericordia y sembrar semillas de misericordia para que podamos cosecharlas cuando lo necesitemos. A todos nos gusta planear nuestra vida por adelantado y contar con personas que colaboren con nosotros. Queremos que las situaciones salgan exactamente como las planeamos, lo cual raramente ocurre. Eso no es malo; es la verdad. Como creyentes, tenemos el poder del Espíritu Santo que nos ayuda a realizar las cosas difíciles y a tratar con las imperfecciones humanas, no a hacer que nuestra vida sea tan fácil que no necesitemos usar nuestra fe.
Espera que ocurran cosas buenas en tu vida. Y también te exhorto a que seas realista y te des cuenta de que todos tenemos que lidiar con cosas desagradables y con personas ingratas. Tu actitud en estas situaciones difíciles afectará en gran medida el goce de tu vida. Puedes ser realista, caminar en verdad, y seguir manteniendo una actitud positiva al tratar con tus propias imperfecciones y las de quienes te rodean.
--Tomado de La Biblia de la vida diaria, de Joyce Meyer. Una publicación de Casa Creación. Usado con permiso.