No queremos ser mujeres que escuchan la verdad, pero que raras veces actúan en fe para apropiársela para sus vidas. No queremos lidiar por siempre con la duda, el miedo, la inseguridad y la incertidumbre. Queremos vivir una vida de propósito y con propósito. Nos aburre vivir como bebés, alimentándonos sólo con leche. Queremos la comida sólida de la verdad de Dios a fin de crecer hace una vida productiva y apasionante.
Nadie disfruta de caminar en círculos, siempre pasando por el mismo territorio y volviendo a los mismos problemas, las mismas frustraciones, los mismos errores y las mismas limitaciones. No queremos ser personas encallecidas, de corazón endurecido, amargadas, que no perdonan, ansiosas, impacientes, sin esperanza o incapaces de aprender. No queremos terminar con una actitud negativa que dice: "Mi situación nunca va a ser diferente proque hace mucho tiempo que no cambia." Queremos salir de cualquier cículo nocivo de patrones y hábitos repetitivos y ser capaces de ir más allá de nosotras mismas, de nuestras limitaciones y nuestras circunstancias. Queremos ser más que simples sobrevivientes.
Queremos ser vencedoras. Queremos ser parte de algo mayor que nosotras mismas. Queremos estar conectadas a lo que Dios hace en la tierra de una manera que lleve frutos para su Reino. Queremos tener sentido de propósito en nuestra vida. Queremos abundar en el amor de Dios y en bendiciones. Lo queremos todo. Todo lo que Dios tiene para nosotras. Aún así, nunca lograremos alcanzar esa calidad de vida fuera del poder de Dios.
Y esto solamente es posible después que oramos.
Fuente: El poder de la mujer que ora, Stormie Omartian