Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas,
os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial.
Mateo 6:14
La falta de perdón es una fuerza destructiva e insidiosa, que tiene muchos más efecto sobre el que no perdona que sobre el imperdonado. Un gran ejemplo de esto está en la experiencia de uno de los más sobresaliente intelectos de la historia, Leonardo da vinci.
Justo antes de comenzar a trabajar su pintura mural la última cena, tuvo una violenta discusión con otro colega pintor. Leonardo estaba tan enojado y amargado, que decidió usar el rostro de su enemigo como la cara de judas, y así vengarse del hombre poniéndole en una situación de infamia y burla para las siguientes generaciones.
La cara de judas fue, por tanto, una de las primeras que terminó, y enseguida todos reconocieron en él al pintor con el que discutió. Sin embargo, cuando intentó pintar el rostro de Jesucristo, Leonardo no podía progresar. Al parecer algo lo desconcertaba, retrasándolo y frustrándolo en sus esfuerzos. Al fin, llegó a la conclusión de que lo que le estorbaba y frustraba era que había pintado a su enemigo en la cara de judas.
Cuando pintó encima del rostro de su enemigo en el retrato de Judas, comenzó de nuevo con el rostro de Jesús. Esta pintura mural se convirtió en un gran éxito que se ha aclamado a través de los siglos.
Uno no puede pintar los rasgos de Jesucristo en nuestra vida y pintar al mismo tiempo otra cara con los colores de la enemistad y el odio.
Si albergamos la falta del perdón y la amargura, perdonemos a nuestro ofensor y pongamos la situación en las manos de Dios. Pidámosle que nos limpie de esos sentimientos negativos y nos libre de sus ataduras. Cuando perdonemos, seremos perdonados y libres para vivir nuestra vida con paz interior
Tomado del libro “Momentos De Quietud Con Dios, Devocionario”