La oficina de personal de una gran compañía está invitando a postulantes para presentarse a un cargo cómodo, de jerarquía, con una remuneración inicial que representa tres veces tu salario actual, con aumentos sustanciales todos los años y posibilidades formidables. Lo único que tienes que hacer es completar la solicitud de empleo adjunta y remitirla a la compañía. Sin demora, llenas el formulario.
Según la solicitud de empleo, deberás someterte a una revisión completa de identidad. La oficina de personal solicita el envío de un paquete con material que describa en detalle quién eres.
Y acá viene mi pregunta: ¿qué enviarías?
Posiblemente comiences con una fotografía, la que tengas en una pose halagadora y profesional. Revisas tus archivos, y sólo encuentras decenas de fotos en reuniones, o de vacaciones, y te acuerdas que tienes en tu lista de pendientes: borrar estas fotos. Entonces, buscas a un profesional para que te saque una buena foto que te muestre como deseas, en tal caso, una buena edición de photoshop ayudaría a tu objetivo.
Preparas entonces tu curriculum vitae: una larga lista de los detalles de tu educación, tu carrera laboral y tus actividades cívicas y religiosas. Para que sobre y no falte, agregas cartas de recomendación de otros empleadores que tuviste, como también, de amistades importantes y por qué no, del pastor de la iglesia a la cual asistes.
Envías tu “paquete” y te sientas a esperar, con una sonrisa, teniendo la certeza de que tan pronto como la gente de recursos humanos de la nueva empresa vea tu CV, el trabajo ya será tuyo.
Pero a los pocos días te llega un mail, cuyo asunto es: Solicitud incompleta… y agrega “lo recibido incluye una amplia descripción de tu apariencia, buen desempeño y logros, pero no nos dice mucho sobre quién eres.”
“¡Uf! ¿Cómo que no les dije quién soy?”, es tu pregunta.
Piensa en esto: ¿qué cosa te convierte en lo que eres? Considera: no son los atributos físicos, ni tus estudios, ni tus dones espirituales los que de veras revelan quién eres. Estas son capas externas de tu verdadera identidad. No quiero decir que ninguno de los aspectos mencionados carezcan de importancia, y haces bien en cultivarlos y mejorarlos. Pero la verdadera respuesta a la pregunta QUIEN SOY no te califica o descalifica para un mejor trabajo. Necesitas saber quién eres porque este conocimiento es mucho más importante para tu vida que una carrera prestigiosa o lucrativa.
Sólo hay una forma de tener una verdadera visión de ti misma, y es mirarte como Dios te mira.
Puedes comenzar por mirarlo a El y pedirle que te muestre tu verdadera identidad.
Continuará.
En los próximos artículos estaremos compartiendo cómo Dios te ve.
Basado en el libro "Mírate como Dios te mira" de Josh Mc Dowell