Sin poder esperar más, la llamé por teléfono casi de noche, pero no logré comunicarme... había dejado su celular en casa, el teléfono del dormitorio estaba aún desconectado y no tenía un cable de conexión de internet para su computadora. Finalmente recibí un mensaje suyo esa noche. Abrumada por todo lo nuevo que estaba viviendo, consiguió dejar un mensaje breve en nuestro contestador a través de un teléfono que le prestaron, pero sólo diciendo que necesitaba dinero por el alto costo de sus libros, y que se sentía sola, con un tono de angustia en su voz.
Creo que la respuesta es una de las principales razones por las cuales el Padre Celestial nos permite ser padres. Así como he estado donde mi hija está, Jesucristo está donde estamos. Cuando hacemos un llamado a Él, Él responde. Las respuestas no siempre vienen al instante, aunque a veces sí. La mayoría de las veces, tenemos que esperar, escuchar y reflexionar durante un tiempo. Pero la respuesta vendrá. Él ha prometido:
Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá: Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla, y al que llama se le abrirá. (Mateo 7: 7-8)
Creo que cuando estamos asustados y solos, Él quiere que sepamos que Él nos ama y cuida. Comprendo lo que mi hija necesitaba aprender. Cuando estamos bajo en fondos o sufrimos escacez, Él quiere proveer. Cuando no sabemos a dónde acudir ni qué hacer, quiere proporcionar una dirección. Él envía gente para ayudar y guiar el camino. A veces tenemos que ser lo suficientemente valientes como para pedir ayuda, pero la ayuda está ahí. Del mismo modo que dio instrucciones para nuestra hija sobre cómo obtener ayuda y a quién llamar, nuestro Padre Celestial nos ha dado instrucciones por escrito en Su Palabra, y por medio de los líderes y maestros que nos guían.
Las enseñanzas de este vivencia son conmovedoras para mi. Cuán agradecida estoy de ser madre, y de serlo para Dios, para entenderlo un poco mejor. Cuán agradecida estoy de que Él me dio los buenos padres que estaban allí físicamente cuando El no puede hacerlo, y que me enseñó a apoyarme en ellos.
La pasada noche recibimos un correo electrónico de nuestra hija. Una compañera de piso la había dejado usar su computadora. Todo estaba bien. Ella había comido su cena y se sintió mejor. No tengo ninguna duda de que su calma procedía del Padre Celestial que oye y contesta la oración de una madre.
Estad quietos y conoced que yo soy Dios. (Salmos 46:10)
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