Cuando el tiempo de llorar llega a tu puerta, y las lágrimas ya no alcanzan, tu corazón anhela la calma que sólo puede dar el consuelo. Pero, ¿cómo encontrarlo? ninguna de las palabras que oyes o los consejos que te dan parecen alcanzar. Esto mismo experimentó el rey David, quien dice: "Busqué consoladores y no lo hallé." Lo mismo le pasaría mucho después a Jesús. Fíjate, ni David ni Jesús encontraron consoladores.
¿Qué hacer, entonces? Necesitas conocer quién es el Consolador. En la Biblia, Dios mismo consolaba a su pueblo en la época en que pasaban tribulaciones en el desierto o en el cautiverio, dice la Biblia en Isaías 40:1,2 "Consolaos pueblo mío. Consolad a mi pueblo. Hablad al corazón de Jerusalén..." Cuando Jesús vino, Él mismo se ocupaba de consolar, y antes de irse al lado del Padre Celestial, dejó otro Consolador, que es el Espíritu Santo. Él se ocupa de consolarnos personalmente, por eso es tan importante estar en comunión con Él.
Además, nuestros amigos y hermanos mayores en la fe también pueden porveernos de consuelo. Silenciosa consolación sin palabras, o una palabra amable, o un abrazo, o simplemente alguien que llore contigo pueden darte el sosiego que necesitas. Cuando hablo de hermanos mayores, me refiero a quienes ya llevan un tiempo de caminar junto a Dios, pues ya han sido consolados por Dios. Y con esa misma consolación que han recibido, están capacitados para consolarte a ti también.
La Palabra de Dios es una preciosa fuente de consuelo: dice en el Salmo 119:50 “Tu Palabra es mi consuelo..." En Romanos 15:4-5 "Porque las cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron, a fin de que por la paciencia y la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza. Pero el Dios de la paciencia y de la consolación os dé entre vosotros un mismo sentir según Cristo Jesús."
¿Cómo hago para impartir consuelo?
Dios es el que consuela, no soy yo. Cuando estemos frente al que necesita, no lo juzguemos sino intercedamos haciendo nuestro su dolor, suplicando que sea limpio de esa aflicción desde ese momento. Nosotros no podemos hacer nada, usualmente decimos cosas: "llorá, desahogate, no te pongas así, a Dios no le gusta que estés así..." Todos nos sentimos impotentes frente al desconsolado.
Permitamos que el Dios de la paciencia y del consuelo, (que van juntas) nos dé tener el mismo sentir los unos para con los otros. Que tengamos el mismo sentir para sentir su dolor, sin hundirnos en el mismo desconsuelo. Sino que estemos unidos en el sentir, sin tomar en cuenta cómo nos sentimos o qué problemas estamos pasando. Pablo y Silas, dos de los primeros cristianos fervorosos, que habían sido azotados injustamente, consolaron a los hermanos y también a los carceleros.
"Por lo demás, hermanos, tened gozo, perfeccionaos, consolaos, sed de un mismo sentir, y vivid en paz; y el Dios de paz y de amor estará con vosotros. "
2Co 13:11
2Co 13:11
Autor: P.O. www.hacedoras.blogspot.com