Cuando mi oftalmólogo dice: «no se mueva», me quedo quieta. No discuto. No lo desafío. No hago nada mientras mira para otro lado. ¿Por qué? Porque es un renombrado cirujano óptico que está tratando de preservar mi visión y que necesita que yo colabore. Sería insensato ignorar sus instrucciones.
Entonces, ¿por qué no coopero en las cuestiones de quietud espiritual? Dios considera que el descanso es tan importante que se tomó un día especialmente para eso durante la creación, y lo incorporó al ritmo de la vida. Sin descanso, no podemos ver con claridad; a veces comenzamos a pensar que somos más valiosos de lo que es cierto.
Después del estresante enfrentamiento de Elías con Acab y Jezabel, el profeta se sumió en un estado de agotamiento. Dios envió un ángel para que lo atendiera. Durante un período de quietud, «… vino a él palabra del Señor…» (1 Reyes 19:9). Elías pensaba que era el único que estaba haciendo la obra de Dios. Su celo era tan profundo que no sabía que otras 7.000 personas no se habían inclinado delante de Baal.