Dios me amó. Dios me llamó. El no se fijó en mi imperfección, simplemente me llamó. No miró los errores que cometí. No contó las caídas que tuve. El me amó, tuvo misericordia de mi, me miró con amor y me llamó, de pura gracia.
Y casi sin entenderlo, lo dejé entrar en mi corazón. Le dije que sí a su pedido de entrar a mi vida, y El lo hizo. Entró a mi corazón para quedarse allí a vivir.
Cada día tiene algo nuevo para mi, y su gentileza me asombra... ¡nunca había sido tratada tan bien! Ha hecho crecer en mi la confianza, y sé que tiene planes para mi vida, que son maravillosos, y que seguramente me ayudará a cumplir.