¿Qué significa amar realmente a su cónyuge? Tal vez no sea lo que usted cree. Si realizara una encuesta entre sus amistades casadas (garantizando el anonimato) y le pidiera que valorara en una escala del 1 al 10, siendo 1 “compromiso total con mis propios intereses” y siendo 10 “compromiso total con el bienestar de mi cónyuge”, predigo que la mayoría se agruparán cerca del 5. Porque si somos honestos, la mayoría de nosotros piensa qué va a sacar de la relación, lo maravilloso que nos va a resultar todo.
¿Es eso amor? Durante los últimos años, le he preguntado a varios grupos de estudio que me digan su definición de amor. Algunos dan mayor énfasis al aspecto físico-emocional del amor, donde otros han enfatizado
la naturaleza altruista del amor. Una que me gusta es: “Amor es una palabra de cuatro letras, que se compone de dos vocales: A y O, de dos consonantes: M y R, y de dos tontos: tú y yo”.
En este instante, sin intentar definir qué es amor, quiero explicarles dos planteamientos muy extraños que aparecen en las Escrituras. En Efesios 5:25 se amonesta a los esposos: “Amad a vuestras mujeres” y en Tito 2:3–4, se aconseja a las ancianas: “Enseñen a las mujeres jóvenes a amar a sus maridos”. Le recuerdo que dicha construcción gramatical en Efesios 5:25 es la misma del versículo 18, donde aparece: “Sed llenos del Espíritu”. Es un mandamiento.
¿Por qué se manda al hombre a que ame a su esposa y se manda a la esposa a que ame a su esposo? ¿No es ese el sentido del matrimonio? ¿No fue esa la primera razón por la que usted se casó? Eso es lo que me dicen las parejas cuando vienen a analizar su matrimonio. ¿Por qué, entonces, se nos manda a amarnos después de casarnos?
¿Será que eso que llamamos “amor” no es amor en absoluto? ¿Será que para la mayoría de las parejas el amor viene después de la boda, si es que en verdad se hace presente?
Echemos un vistazo a 1 Corintios 13:4–8 para ver la mejor descripción (no definición) de amor que haya encontrado jamás. Léala detenidamente en una traducción moderna, tenga en mente las implicaciones que tendría en el matrimonio. El pasaje se lee usualmente durante las bodas e inspira incluso a los no creyentes por su belleza y poesía. Pocos, sin embargo, ven las implicaciones prácticas.
“El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta”.
“El amor nunca deja de ser”.
Ese pasaje es demasiado complicado para poder digerirlo de una sola vez, así que tome algunas de las ideas claves. El amor es paciente y benévolo, nunca exige que las cosas se hagan a su manera; no es un “sabelotodo”, sino que es comprensivo, no se ofende con facilidad; es cortés; muestra una actitud positiva ante los problemas. Todas esas características del amor van dirigidas al bienestar de la persona amada.
¿Pero todas estas cualidades del amor necesitan de un “sentimiento” afectuoso hacia la persona amada? No responda sin pensar. ¿Cuán cálido tiene que ser el sentimiento para que uno sea benévolo, para que uno sea paciente? Verá, el tipo de amor que se describe en 1 Corintios 13 no hace énfasis en las emociones, sino en las actitudes y las acciones, que no son ajenas a nuestra voluntad.
Con frecuencia las parejas vienen a mí en medio de las dificultades de su matrimonio. Están a punto de separarse y cuando les pregunto por qué, dicen sus puntos de contención y concluyen con el factor decisivo: “Bueno, es que sencillamente ya no nos amamos”. Se supone que eso sea definitivo. El divorcio es la única alternativa. Después de todo, no podemos evitarlo. Nuestro amor, sencillamente, “se perdió”. O: “Es ajeno a nuestra voluntad”. Un esposo dijo: “Desearía poder amarla, pero ya es demasiado tarde. Ya han pasado demasiadas cosas”.
Yo no creo eso. Si usted busca compasión desde ese punto de vista, no venga a verme. Le haría cualquier cosa menos un favor si le hiciera creer que la felicidad de su matrimonio es “ajena a su voluntad”.
Déjeme decirle la segunda mitad de la oración que comencé antes. En Efesios 5:25 leemos: “Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia y se entregó a sí mismo por ella”. Bien, ¿cuál fue la posición de la iglesia cuando Cristo se entregó a sí mismo por ella? ¿Fueron aquellos que Él amó benévolos, considerados y pacientes para con Él? Por el contrario, el mejor de ellos maldijo y sentenció: “No conozco al hombre” (Mt. 26:74). Romanos 5:8 plantea que Dios mostró su amor hacia nosotros, aunque éramos asquerosos, egoístas y aborrecibles, al Cristo morir por nosotros.