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Entonces a Jamal se le ocurrió una idea. Se dio cuenta de que podía anotar los versículos que escuchaba en la lectura bíblica diaria que se hacía en una transmisión de programas de televisión cristianos.
¡Dio resultado! Cada día, el dedicado creyente en Jesús anotaba cuidadosamente los versículos que escuchaba y veía en el programa de TV. Con el tiempo compiló su pila de páginas en su propia «Biblia» hecha a mano.
Hoy, Jamal puede leer, memorizar y meditar en pasajes del Antiguo o del Nuevo Testamento en cualquier momento que quiera. Su pasión por tener su propio ejemplar de la Biblia ha dado como resultado una versión provisional que él valora muchísimo.
Cuando pienso en Jamal me pregunto qué habría hecho yo si hubiese estado en su lugar. ¿Hubiera tenido el ardiente deseo de hacer mi propio ejemplar de las Sagradas Escrituras?
Afortunadamente he sido criado en un país que me permite estudiar la Biblia, y cuento con muchos ejemplares de ella en casa. Al igual que Timoteo, fui criado en un hogar en el que se ponía a la Biblia en alto, y donde yo aprendía de ella con regularidad. Timoteo, criado en la antigua tradición judía, recibió una dieta constante de la Torá: «Desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras» (2 Timoteo 3:15). Pero aún necesitaba un mayor entrenamiento en el conocimiento de Dios y su Palabra.