Salmos 145:17
»El reino de los cielos es semejante al dueño de una finca, que salió por la mañana a contratar trabajadores para su viña. Convino con ellos en que les pagaría el salario de un día, y los envió a su viña. Como a las nueve de la mañana, salió y vio en la plaza a otros que estaban desocupados, y les dijo: “Vayan también ustedes a mi viña, y les pagaré lo que sea justo.” Y ellos fueron. Cerca del mediodía volvió a salir, y lo mismo hizo a las tres de la tarde, y cuando salió cerca de las cinco de la tarde halló a otros que estaban desocupados, y les dijo: “¿Por qué se han pasado todo el día aquí, sin hacer nada?” Le respondieron: “Es que nadie nos ha contratado.” Él les dijo: “Vayan también ustedes a la viña.”
Cuando llegó la noche, el dueño de la viña dijo a su mayordomo: “Llama a los trabajadores y págales su jornal. Comienza por los últimos y termina por los primeros.” Los que habían llegado cerca de las cinco de la tarde pasaron y cada uno recibió el salario de un día de trabajo. Cuando pasaron los primeros, pensaron que recibirían más, pero cada uno de ellos recibió también el salario de un día de trabajo. Al recibirlo, comenzaron a murmurar contra el dueño de la finca. Decían: “Estos últimos han trabajado una sola hora, y les has pagado lo mismo que a nosotros, que hemos soportado el cansancio y el calor del día.” El dueño le dijo a uno de ellos: “Amigo mío, no te estoy tratando injustamente. ¿Acaso no te arreglaste conmigo por el salario de un día? Ésa es tu paga. Tómala y vete. Si yo quiero darle a este último lo mismo que te doy a ti, ¿no tengo el derecho de hacer lo que quiera con lo que es mío? ¿O acaso tienes envidia, porque yo soy bueno?” Así que los primeros serán los últimos, y los últimos serán los primeros.»
San Mateo 20:1-16
San Mateo 20:1-16
Al leerlo pienso que sería de los jornaleros que les tocó trabajar el día completo y me quejaría por recibir lo mismo que alguien que trabajó menos que yo... Esto también pasa en la vida cotidiana de cada uno.
Cuántas veces miramos lo bueno que tiene el otro, sea material o no, pensamos que nosotros somos merecedores de algo mejor que lo que posee el que está al lado nuestro. Es ahí cuando dejamos de ver que Dios sigue siendo fiel en nuestras vidas, que así como cuida de las aves y flores del campo, aún más pendiente está de mis necesidades y no deja que nada me falte...
Mi oración es que hoy podamos agradecerle a Dios por todas y cada una de Sus bendiciones en nuestras vidas. Agradezcamos el infinito amor y la misericordia de Jesús inagotables, presentes cada día. Permitamos que el Espíritu Santo nos muestre Sus favores para valorarlos. Y seamos buenos hermanos, alegrándonos por las bendiciones de quienes nos rodean. Amén.
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