No sueltes tu fe… aférrate a ella. Es válido que expreses lo que sientes, y si lo haces delante de Dios es mejor, porque Él entiende cómo es tu sentir… te consuela y sana las heridas de tu corazón. Lo importante es que no dejes de creer…
no dejes de esperar que el Señor venga en tu ayuda. No permitas que tus emociones controlen lo que crees, tu fe en Dios debe permanecer firme aunque experimentes un gran dolor. Derrama tu
corazón ante Jesús que te comprende, porque Él experimentó las mismas emociones que tú estás sintiendo, de seguro te abrazará y traerá paz a tu ser entero… Sigue creyendo que Él está en control y en cualquier momento las cosas van cambiar para beneficio tuyo.