En cada matrimonio roto hay por lo menos una persona cuyo corazón está endurecido contra Dios. Cuando el corazón se endurece no hay visión de la perspectiva de Dios. Cuando somos desdichados en el matrimonio, sentimos que cualquier cosa será mejor que lo que estamos experimentando. Pero no vemos alcanzamos a ver la visión completa. Sólo vemos la forma en que está, no la forma en que Dios desea que esté. Sin embargo, cuando oramos nuestros corazones se vuelven suaves para Dios y recibimos una visión… Vemos que hay esperanza… Tenemos la fe de que Él restaurará todo lo que ha sido devorado y hasta destruido en el matrimonio.
La Biblia dice en Joel 2:25: “Yo les compensaré a ustedes por los años en que todo lo devoró ese gran ejército de langostas". Podemos confiar en que Él, Dios, se llevará el dolor, la desesperanza, la dureza y la falta de perdón. Somos capaces de ver su habilidad para resucitar el amor y la vida de los lugares muertos.
Imagínate el gozo de María Magdalena cuando fue a la tumba de Jesús, la mañana siguiente, después que Él había sido crucificado, y encontró que Él no estaba muerto, sino que había sido resucitado por el poder de Dios. El gozo de ver que algo muerto, sin esperanza, es traído a la vida, es el gozo mayor que podemos conocer. El poder que resucitó a Jesús es el mismo poder que resucitará lo que está muerto en tu matrimonio y pondrá vida de nuevo en ello. “Con su poder Dios resucitó al Señor, y nos resucitará también a nosotros” (1Corintios 6:14). Es el único poder que puede hacerlo. Pero esto no sucede sin un corazón para Dios, que esté dispuesto a luchar en oración, crecer durante los tiempos difíciles y esperar por el amor que sea resucitado. Tenemos que pasar por el dolor para llegar al gozo.
Elige creer que tu matrimonio funciona en Cristo, tu parte de la relación que ha sido consumida por el dolor, la indiferencia y el egoísmo puede ser restaurada, y confiar que lo que te ha lastimado, cosas como el abuso, muerte de un hijo, infidelidad, pobreza, pérdida, enfermedades catastróficas o accidentes, pueden ser librados de sus garras de muerte. Debes determinar que todo lo que les está consumiendo a ti y a tu esposo, cosas como el exceso de trabajo, alcoholismo, uso de drogas o depresión,… todo,… pueden ser destruidos.
Cualquier cosa que haya afectado tus relaciones callada y furtivamente hasta lograr ser percibida como una amenaza hasta que se hace evidente, puede ser removida; cosas tales como hacer ídolos de la profesión, de tus sueños, de tus hijos, o tus deseos egoístas. Confía que Dios es lo suficientemente grande como para cumplir todo esto y más.
Si despiertas una mañana con un extraño en tu cama, y es tu esposo; si experimentas un alejamiento silencioso de las vidas de ambos que lesiona toda conexión emocional; si percibes un implacable desgaste del amor y la esperanza, si tu relación se encuentra en un abismo sin fondo de dolor y enojo tal que cada día te lanza a un nivel de desesperación más profundo; si cada palabra que se dice, produce una zanja más grande entre ustedes hasta que se convierte en una barrera impenetrable que les mantiene separados a millas de distancia,… puedes estar segura que ninguna de dichas cosas pertenecen a la voluntad de Dios para tu vida.
Dios puede derrumbar todas estas barreras y sacarte de ese abismo. Él puede sanar las heridas y traer de nuevo amor a tu corazón. Nada ni nadie más puede hacerlo. ¿Cuál es tu parte? levantarte y decir: “Señor, oro porque finalice este conflicto y se rompa lo que mantiene la contienda en nosotros. Quítanos el dolor y la armadura que nos hemos puesto para protegernos. Sácanos del abismo del resentimiento. Habla a través de nosotros para que nuestras palabras reflejen tu amor, paz y reconciliación. Derrumba esta pared entre nosotros y enséñanos cómo caminar por encima de ella. Capacítanos para levantarnos de ésta parálisis y movernos en la sanidad y salud que tu tienes para nosotros”.
No des por perdido tu matrimonio. Pídele a Dios que te dé un esposo nuevo. Él es poderoso para tomar ese que tienes y hacerlo una nueva criatura en Cristo. Los cónyuges no están destinados a discutir, a estar separados emocionalmente, a vivir en muerte matrimonial ser infelices o divorciados. Nosotros tenemos el poder de Dios de nuestro lado. No tenemos que dejar nuestro matrimonio a la suerte. Podemos luchar por ello en oración y no rendirnos, porque mientras estemos orando, hay esperanza. Con Dios, nada está tan muerto como aparenta. Ni siquiera tus propios sentimientos.
Adaptado de EL PODER DE LA ESPOSA QUE ORA, Stormie Omartian