Sin darnos cuenta, nuestro hijo Harald, de tres años,
siguió caminando para ver algo que le pareció interesante, y se perdió. Comenzamos a buscarlo. En breve tiempo una mujer se acercó. Harald caminaba tomado de su mano. «Lo encontré llorando y pensé llevarlo a la policía. Pero mientras caminábamos hacia la estación de la policía, de repente señaló a un edificio y dijo:'¡Mira! ¡Esa es la iglesia de papi!'. Entonces comprendí de quién era el niño. Lo había visto a usted caminando, así que supe a dónde llevarlo».
Es fácil extraviarnos; muchas cosas pueden desviar nuestra atención lejos del Señor. Pero cuando nos hallamos lejos de donde sabemos que Dios quiere que estemos, una señal nunca falla: pertenecemos a Dios. Hallaremos nuestro camino a casa cuando busquemos la comunión con quienes siguen a Cristo.
Entonces él les dijo: ¿Por qué me buscábais?
¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me es necesario estar?
Lucas 2.49 (RVR)
Fuente: http://upperroom.org/elaposentoalto/